* Campo Marte, 24 de febrero de 2018
* ¿El mundo al revés?

Isaías Alanís

Como es arriba no es abajo, del incendio del lábaro patrio del año pasado, doce meses después, el mismo día y a la misma hora, el pendón nacional fue izado y durante quince minutos ondeo a toda asta con el escudo al revés. Qué sortilegio se encuentra detrás de este mensaje: ¿De dónde salió la orden, de qué línea de mando o fue un error de protocolo? ¿Es un vaticinio que anuncia que se ha perdido la nación mexicana y que anda de cabeza?
Un cúmulo de nubes negras circulan por México. Enrojecidos están sus ríos y muros de ciudades y plazas. De puentes y cobertizos penden cuerpos y en boca calles y plazas, brazos, piernas y cabezas mutiladas de niños, hombres y mujeres.
¿No hay salida? El imán del presagio, ¿augura que existe una confabulación contra la nación mexicana? ¿Los bárbaros del norte ya son dueños de todo el territorio, incluyendo riqueza, economía y el futuro de 124 millones de mexicanos, y por qué no una futura invasión armada, como lo dejo ver Trump?
¿Acaso los caballeros águila y tigres, envían una señal de auxilio?
¿Se han revelado contra los hombres de traje negro y azul?
Si había muchas banderas, ¿por qué el pendón central ascendió de cabeza?
“No importa si está al revés o al derecho, hacia atrás o hacia adelante. La bandera es el símbolo que nos da sentido de identidad, de pertenencia”.
¿Fue suficiente este comentario más bien trivial y lleno de ignorancia?
Qué se esconde tras de los dos momentos en el mismo escenario, Campo Marte, 24 de febrero del 2017, en que la bandera nacional ardió ante los ojos contemplativos de un aparato de estado inerte.
Y un año después, ante los ojos valemadristas de los hombres de negro y azul, la bandera ondeo con el águila y la serpiente al revés.
Su ascenso fue su caída. Águila y serpiente enroscadas a las burbujas de aire no pudieron evitar erguirse. Una espada de acero toledano se interpuso entre las leyes de la gravedad. El paño serpentea, se arruga, cubre el perfil del águila, recubre la cola de la serpiente. En su huida está su quedarse. Un jirón rojiblanco las cubre. Luchan por darse una maroma. Pero el tejido les impide cualquier acto de malabarismo.
Así ascienden de cabeza como el profeta crucificado, con las alas atadas y los anillos de la culebra suturados con cola loca. Una sortija de ágata pende del nopal y una gota de sangre cae de las tunas verdes y espinosas al vacío del cielo.
No hay distancia entre el origen del mito. Aquel fue fundacional; la señal esperada surgió de pronto del alto cielo el águila descendió con sus alas desplegadas sobre un nopal con una serpiente entre su pico y garras; el signo del pasado 24 de febrero es inverso; de naufragio, reconquista, de dolor, de destrucción y caída.
He aquí los barruntos. Los augurios nos han abierto los ojos.
¡Ea Caballeros tigre! ¡Ea Caballeros águila¡ Las señales quedaron grabadas en la roca de la ridiculez. Nadie dijo nada. No se levantaron muros de agua, tormentas de rayos. En el Cerro de la Estrella atronó el caracol. Todos salimos al balcón de la patria para atestiguarlo. El signo fue levantado. ¿A quién hay que pedir auxilio, o por qué protestar desde el mismo corazón de la casa de las águilas y tigres?
¿Qué lenguaje cifrado representa esta revelación?
Quince minutos bastaron y en el cielo de México apareció el vaticinio.
Ha sido tomada por fuerzas enemigas la nación mexicana.
¿Ese hecho es una contraseña de sumisión o de alerta?
Se ha perdido otra vez la nación mexicana y es tiempo de recobrarla y levantarla sobre las cenizas de la corrupción, venta de la soberanía, de hidrocarburos; privatización de empresas públicas, quiebran el sistema de salud, se vende al mejor postor el oro, plata, minerales, costas, playas, centros sagrados como Teotihuacán; pagamos altos impuestos, robo del dinero de pensionados, rescate absurdo de bancos y el desmantelamiento del Estado como rector del crecimiento y de la paz, y la puntilla: la privatización del agua y una lista interminable de gobernadores rufianes.
¡Ea celebremos la resurrección de la nación mexicana¡ Una que se desploma de arriba para abajo y otra que regresa desde abajo, desde la raíz del maíz sacrificado, desde la tumba de un país en llamas.
He ahí los signos. No vinieron del cielo, ni de la mar océano. Salieron incólumes del patio interior de la casa de las águilas.
¡Ea que todos salgan de sus casas y contemplen el cielo de México. Hay que ser testigos activos de cómo han arrasado a la nación mexicana.
La señal está dada, no más desaliento. Los signos propicios son para los mexicanos.
¡Ea mexicanos, que regrese el águila y la serpiente victoriosas a reinar sobre un México a punto de perderse¡
24 de febrero de 2018*
* Con esta Mirada cerramos el mes de febrero y volveré a escribirlas casi a finales de marzo.