* Pinche gente terca

Arturo Cuicas

Las redes sociales están empantanadas en un radicalismo absoluto, que se ha vuelto verdaderamente insufrible, sobre todo de cara al próximo proceso electoral.
Publicaciones concernientes al ámbito político nos atacan por todos los flancos: en la TV, en la Radio, en periódicos y revistas, o donde quiera que la cara de un gobernante o un candidato se pueda colocar, con su sonrisita forzada y su respectivo eslogan.
Sin embargo, Facebook y Twitter son las plataformas donde se libran las luchas más encarnizadas por defender o denostar a cualquier personalidad. Es el lugar, por excelencia, donde simpatizantes y opositores del que usted me nombre, se dan con todo en aras de defender o denostar.
Bueno fuera que los pleitos se quedaran ahí, en los teclazos y a la distancia, pero todo ese encono que se genera entre unos y otros, muchas veces se traslada fuera del mundo virtual y surgen grandes enemistades que hasta la violencia llegan.
Figuras como la de López Obrador, por ejemplo, son objeto de esta radicalización de los discursos. Para muchos es el bueno, el mesías, el salvador, la esperanza de México, el ajonjolí de todos los moles, el mero chinguetas, y quien no lo crea, que se lo vaya a decir a la más vieja de su casa.
Para otros es un peligro, una amenaza, lo peor de lo peor que le pudo pasar al país, la desgracia en vida, poco más que el anticristo, ¡Dios no permita nunca que llegue a la silla presidencial y castigue en fuego lento a su séquito de chairos!
Este fanatismo arrogante, en favor y en contra, vale para el candidato que usted me diga, aquí y en China. Y resulta entonces que hay quienes son los malos-malos y quienes son los buenos-buenos.
Lo mismo pasa con los gobernantes actuales: o su administración ha sido un asco o ha sido una gloria. Y no se le ocurra decirle al que está en contra que hay algo bueno porque ¡Cómo se atreve! ¡Está usted vendido al poder! ¡Lo corrompió el sistema! ¡Lo perdimos para siempre!
Y viceversa: no se atreva a usted a hablar mal, porque ya es usted ¡un rijoso, un perverso anarquista que prefiere la ingobernabilidad!
Sin argumentos, sin un ápice de civilidad, esta pinche gente terca no cede a un solo razonamiento: Es negro o es blanco y se chingó el asunto.
¿Acaso no aprendimos nada de la historia?
¿No aprendimos nada de la Edad Media?
¿No aprendimos nada de la Alemania Nazi?
No se nos pegó ni tantito el “Pienso, luego existo” de Descartes.
¿En qué punto decidimos ponerle límites a las ideas?
Porque esta pinche gente terca eso hace: limitar sus posibilidades, su capacidad de análisis, reducir su pensamiento a lo superficial, atender argumentos ad populum, que da por verídicos porque “todo el mundo lo dice”, aunque su “todo el mundo” se reduzca a dos programas de televisión, una charla con la vecina y una que otra opinión en el periódico.
Esta pinche gente terca nos hace mucho daño, porque repite una mentira hasta “convertirla en verdad’, y porque no entiende que también abriendo la mente se defiende un ideal.
Para quienes defiende a morir a su candidato favorito: Nadie está limpio de nada. El ser humano es un animal de un instinto perverso forjado a través de los milenios, irónicamente, por cuestión de supervivencia.
Creo más en una democracia, si ésta parte de la base de que todos somos corruptibles, a una democracia que crea, ciegamente, que todos pueden ser un dechado de virtudes.
Para quienes atacan: ¡Qué bien!, sigan haciéndolo, pero con buenos argumentos, con la verdad por delante y reconociendo lo que se tenga que reconocer, que así vale más.
El efecto de no ser ‘pinche gente terca’ es rozar la tolerancia: la única llave verdadera para la paz. Una paz que de veras que sí nos urge. (kuikas.samsa@gmail.com).