Alejandro Mendoza
Aunque todos quisiéramos que las cosas mejoraran, son pocas las personas que están haciendo algo para que eso pueda ser una realidad. La mayoría sólo critica, se queja, obstaculiza, pero no se compromete ni siquiera a hacer pequeñas acciones que pueden marcar la diferencia.
Por donde quiera que se mira se pueden ver los estragos de la situación tan compleja y difícil que a esta generación le ha tocado vivir. De hecho, en todos lados se observa la apatía, el desinterés y el egoísmo para aportar algo positivo o bueno con el fin de que mejoren las cosas.
Es común que en las familias se constate cómo los jóvenes y adolescentes se muestran totalmente apáticos y pasivos respecto a lo que acontece a su alrededor en cuanto a las necesidades que enfrentan su propia familia y las demás.
Es triste darse cuenta que un aparato como el celular se ha vuelto más importante que todo lo que gira en su entorno. Al joven hasta se le castiga con el retiro del celular por no cumplir con sus responsabilidades, porque es el momento en el que parece que su vida y su mundo se le va de las manos.
Definitivamente se batalla todos los días contra la pesadumbre y el desánimo que inunda en muchos hogares y lugares de la sociedad. Y aunque pareciera que todos unidos podrían hacer algo para cambiar el rumbo de las cosas, la verdad es que a la mayoría no le interesa el asunto.
Inmersos en su dinámica diaria, cada quien busca salir adelante ante la pesada carga que representa la crisis económica y la falta de fuentes de trabajo bien remuneradas. ¿Quién se va a preocupar por los demás si apenas puede consigo mismo y su familia?
La gente está consciente de lo que pasa con la sociedad y su constante remolino de maldad. La gran mayoría quisiera que el bien creciera y las condiciones de paz y seguridad existieran. Muchos añoran los tiempos en que se podía caminar confiadamente a cualquier hora del día y en cualquier lugar.
En cada familia hay al menos uno o dos miembros que todos los días comentan la situación que se está viviendo y la imperiosa necesidad de hacer algo. De hecho, la suma de grandes pequeñas acciones, todos los días, podría motivar e inspirar a creer que sí es posible que la maldad disminuya y el bien renazca y crezca.
El mejor de los escenarios sería desde devolver el saludo, sonreír, ayudar a cruzar la calle, auxiliar al necesitado, tirar la basura en su lugar, respetar las señales, vender y comprar honestamente, barrer la calle hasta las actividades más especializadas, profesionales, políticas, sociales, económicas y gubernamentales, podrían ayudar a bien.
La realidad para mucha gente resulta asfixiante, lastimosa, humillante y decepcionante. Su lucha no se trata de esforzarse para enfrentar las adversidades de la vida, como lo haría todo buen guerrero, sino de la angustiosa carga de sobrevivir cada día que pasa.
A la de por sí ya deprimente vida que tienen muchos y muchas por las condiciones que le han tocado vivir, sería terrible agregar más peso a esa condición. Siempre se podrán hacer acciones que beneficien a los demás. Y en verdad espero que lo hagas, si tú puedes hacerlo.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz
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