Javier Ayala

Con un proceso electoral en marcha, con un vendaval de promesas y una guerra encarnizada por obtener el poder, políticos y partidos luchan por permanecer y otros por llegar.
Muchos son los pendientes que partidos y gobernantes tienen con los ciudadanos: seguridad y combate a la violencia, corrupción, terminar con la pobreza, falta de servicios públicos de calidad, son las asignaturas que quedan en el tintero.
Sin embargo, con el proceso electoral caminando, todos los que aspiran a algún cargo de elección popular, se acordaron de los pendientes que tienen con la ciudadanía. Ahora resulta que, con varita mágica en mano, los problemas tienen solución y resulta aún más irónico que ahora sí va la buena.
El hartazgo del pueblo hacia partidos y políticos habrá de tener sus consecuencias el 1 de julio de este 2018. ¡Ya la ciudadanía no puede más! Las oportunidades que han tenido de dar resultados se han agotado; hoy, la población mostrará músculo como nunca antes. Y es que “tanto va tanto el agua al cántaro hasta que se rompe”.
El principal problema, el punto básico que ha detonado esta situación, se llama corrupción. No es la violencia por sí misma, ni el crimen organizado el origen, es más bien la ola de corrupción que ha invadido todos los sectores públicos.
Y el factor que ha llevado a la gente a sentir hartazgo, es que nunca pasa nada. Conocemos y conocemos casos de corrupción y jamás se conoce el castigo ejemplar a quienes han fallado a la confianza de la población, incluso, varios han sido premiados con candidaturas que los cubrirán con el sacrosanto manto de la impunidad.
Es por eso que ahora la población no dejará de pasar esta oportunidad de poner a cada quien en su lugar. No me queda la menor duda que este proceso electoral es de la gente y no de los partidos políticos.