Alejandro Mendoza

Fortaleza es lo que falta en muchas instancias e instituciones de la vida social, política, económica, cultural, religiosa y más. La debilidad institucional y de credibilidad que se enfrenta también en lo personal, dan cuenta de las condiciones que se padecen en la actualidad.
En esta ocasión me refiero a la fortaleza como un principio que las personas deben tener para llevar a cabo lo que se proponen, siempre y cuando sea en beneficio de los demás, y no sólo con motivos egoístas o personalistas.
Tener fortaleza es una forma de ser valiente, de ser fuerte. Obviamente no quiere decir que se vaya por la vida buscando riesgos innecesarios o que se participe en circunstancias peligrosas o delictivas.
Lo que se plantea es salir adelante en los desafíos que la vida va presentando. Se trata de superar los obstáculos que van apareciendo en ella, manteniendo la integridad de cuerpo y alma. El punto es llegar al nivel de ser resistentes a la adversidad e imprevistos.
Lo cierto es que las personas débiles se dan fácilmente por vencidas y se cansan rápidamente de luchar. ¿Qué ocurre con ellas? Se dejan arrastrar por la vida como un pequeño trozo de papel en medio del mar.
Lo terrible de tal situación es que no confían en sí mismas ni en su capacidad de lograr lo que se proponen. También es cierto que las personas mal templadas andan a la deriva, expuestas a sus emociones y al mundo exterior.
Por eso, el valor de la fortaleza se ejerce cuando, a partir de una convicción firme, resistimos o vencemos aquellos obstáculos que se oponen a nuestros propósitos positivos y evitan el crecimiento personal. Surge al tener claros nuestros ideales y proyectos personales y nos da energía para conservarlos y defenderlos. Lo acompaña el valor de la templanza, o capacidad de mantener el equilibrio de nuestras acciones y emociones.
Por eso es justificado que en todas las áreas donde se desenvuelve una persona se encuentre con casos de conflicto, desánimo, pleitos, desorden, apatía. Se necesita tener fortaleza para poder superar los conflictos interpersonales, que obviamente, son agravados por los intereses económicos, políticos, sociales y culturales que se encuentran inmersos.
Sacar adelante una organización, pueblo, ciudad o país, requiere de la fortaleza de sus gobernantes y dirigentes en todos los sentidos amplios de la vida. No se puede con síntomas de debilidad salir adelante. Es imprescindible no darse por vencido en ningún esfuerzo que se emprenda ante la primera adversidad que se presente.
La recomendación es no quedarse en el pensamiento pesimista o derrota cuando algo no sale como se había planeado. Uno de los aspectos fundamentales es reflexionar y analizar la experiencia que se vivió para ser más fuerte en el próximo intento. Importante es no confundir la fortaleza con la agresividad: no se trata de atacar a los demás, sino de conservar las cosas importantes para ti.
Si en alguna circunstancia te ganan las lágrimas no te sientas avergonzado: los hombres lloran y las mujeres también. Expresar al mundo tus emociones es una muestra de tu propia templanza. Piensa qué partes de tu carácter y de tu pensamiento son débiles y mejor trabaja para irlas fortaleciendo.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz.
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