Alejandro Mendoza

Tomar conciencia de la situación que se está viviendo no es algo simple de hacer. De hecho, hay quienes nunca logran entrar en razón del mundo que viven y mucho menos del papel que les toca vivir.
En realidad, el pensamiento de que cada quien vea por su vida y sus intereses, es el que predomina como una forma de actuar en todas las áreas de la sociedad. Desde luego hay sus loables excepciones.
El punto medular de este asunto tiene que ver con la imperiosa necesidad que en la ciudadanía comience no solo a posicionar una idea o pensamiento, sino que comiencen a darse acciones que puedan generar mejores expectativas hacia el futuro.
Uno de los grandes males que enfrenta la sociedad tiene que ver con la amnesia colectiva histórica. No se recuerda en un corto plazo los resultados terribles de decisiones y acciones en determinados hechos. Esto se resume al momento de elegir a los nuevos representantes populares.
Mientras esta dinámica siga prevaleciendo como una conducta inercial en el colectivo social, muy difícilmente podrá dibujarse un cambio positivo en el rumbo de las cosas.
Desde luego que rubros como la economía, la política, lo social y la cultura inciden sustancialmente en la situación buena o mala que se pueda estar viviendo en toda sociedad.
La inconciencia social de quienes se dedican a la política ha provocado en gran medida los negativos índices de pobreza, marginación y violencia que se viven en la actualidad.
Mientras la población no logre un despertar colectivo a causa de un ejercicio reflexivo y analítico de la realidad que se vive, muy difícilmente se provocarán acciones que impacten positivamente en el espectro de la sociedad.
El desánimo, descrédito, desconfianza y desesperanza corroen como un cáncer incurable la posibilidad de un pueblo consciente y organizado con el pleno objetivo de sacar adelante a la próxima generación, propiciando mejores expectativas en la calidad de vida.
Por eso es importante, primero, que en lo individual haya quienes puedan alcanzar ese nivel de consciencia de la realidad que se padece. Y segundo, que se convierta en un fuerte promotor del despertar de la consciencia colectiva.
Pensar de manera general en influir en una sociedad anónima parece inútil, pero definitivamente se trata de sembrar la semilla. Lo cierto es que en el entorno de cada quien, siempre existirá una excelente oportunidad para generar este propósito.
Cuando este escenario ocurre se puede creer que la consciencia comienza a existir y el futuro puede tener un excelente aliado para un mejor destino. Sin ella, la historia cuenta y recuerda los graves y terribles sucesos que las personas pueden vivir de nuevo.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz.
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