¿Votaciones tramposas ganan?
Felipe Victoria
Cuentan que el dictador Porfirio Díaz decía que ganaba las elecciones el que contaba los votos y así las cosas, mientras las dependencias encargadas de supervisar los procesos electorales estén bajo el mando de los poderes ejecutivo federal y estatales, menores son las esperanzas de triunfo de los opositores, no hay más cera que la que arde…
En 2006 y 2012 jura y perjura el tabasqueño tenaz que él ganó pero le hicieron chanchuyo en los conteos, competirá por tercera ocasión creyendo que los electores se inclinen por él y no por los partidos tricolor y el blanquiazul
Cuenta con simpatizantes que nada más por llevarle la contra al tricolor y al blanquiazul que en dos sexenios no convencieron, pudieran dar la sorpresa a la tercera en 2018, pero más de la mitad de quienes sí votan no le confían y el sesenta por ciento de abstencionistas seguirá no votando por nadie
El relajo que se traen con esas alianzas y coaliciones extrañas de todos contra el PRI, tampoco favorece al debutante MORENA en que el único no cuestionable es López Obrador, pero la clase de políticos que lo siguen no inspiran confianza y entonces ni a cual irle…
En su columna Juegos de poder del Excélsior, LEO ZUCKERMANN habló de los Políticos perversos y les transcribo un fragmento entrecomillado:
“El tema de los perversos es tan viejo como la política. El capítulo VIII de El Príncipe está dedicado a esta cuestión. Bajo el título “De los que llegaron al principado mediante crímenes”, Maquiavelo analiza el tema de los que ascienden al poder “por un camino de perversidades y delitos”.
Menciona el caso del “siciliano Agátocles, hombre no sólo de condición oscura, sino baja y abyecta, [que] se convirtió en rey de Siracusa. Hijo de un alfarero, llevó una conducta reprochable en todos los períodos de su vida; sin embargo, acompañó siempre sus maldades con tanto ánimo y tanto vigor físico, que entrado en la milicia, llegó a ser, ascendiendo grado por grado, pretor de Siracusa.” Pocas fueron sus virtudes: “No adquirió la soberanía por el favor de nadie […] sino merced a sus grados militares que se había ganado a costa de mil sacrificios y peligros; y se mantuvo en mérito a sus enérgicas y temerarias medidas.”
Este personaje se caracterizó por “matar a los conciudadanos, traicionar a los amigos y carecer de fe, de piedad y de religión”. Con estas características, termina por sentenciar Maquiavelo, “se puede adquirir poder, pero no gloria.”
En el México actual hay pocos políticos que asesinan. Pero hay muchos que mienten, engañan, chantajean, amenazan, traicionan, falsifican, estafan, espían, calumnian, difaman o, en fin, cometen todo tipo de tropelías con la intención de causar daño a sus adversarios.
Cuando los ciudadanos ven que ésta es la constante de la lucha por el poder, no sólo pierden la confianza en los políticos que los representan, sino que se alejan de la política para evitar salpicarse de excremento. No tienen incentivos a participar en la democracia porque piensan que saldrán vapuleados por algún perverso. Prefieren no entrarle a la actividad política por considerarla un juego muy rudo propio de sadomasoquistas dispuestos, como diría un expresidente, a “tragar muchos sapos.” Así, la democracia se evapora en la medida en que la participación ciudadana decrece.
Muchos consideran que la manera de minimizar la perversidad en la política es ejerciendo el poder con ética. Piensan, como lo hacía el constitucionalista norteamericano, Thomas Jefferson, que “la moralidad, la compasión, la generosidad, son elementos innatos de la naturaleza humana”. La política se convierte, entonces, en una especie de película de Disney donde hay buenos y malos que se disputan el poder, pero donde la bondad finalmente se impone a fuerza de la naturaleza jeffersoniana……
La respuesta a la perversidad es crear instituciones que impidan que los perversos se salgan con la suya, incluidas reglas de los partidos que promuevan un comportamiento civilizado entre sus miembros. Porque una cosa es que dentro de un partido existan distintas facciones que compitan y debatan entre ellas y otra muy diferente es que se cometan ilegalidades, verdaderos cuchillazos por detrás de la espalda, que corrompan el orden democrático.
Una democracia sólida exige partidos donde los Agátocles del mundo no sean los ganadores, sino los perdedores del juego. De ahí la necesidad de regular la vida interna de los partidos con reglas que frenen la perversidad.
Que los diablos compitan entre ellos, pero de manera civilizada. Los partidos son instituciones financiadas por los contribuyentes y, por tanto, se justifica su regulación interna. No pueden dejarse al garete, desangrándose por dentro, en una lógica darwinista donde sobreviven y ganan los más perversos.Twitter: @leozuckermann”
De lo asentado por Leo Zuckerman se infiere que no es propio dejar que se partan su mandarina en gajos las tribus y corrientes perredistas en desmoronamiento, ni que nazcan grupos agachones del PRI apoyando al simpatizante externo José Antonio Meade Kuribreña, o se diera una escisión con los simpatizantes de Manlio Fabio Beltrones e Ivonne Ortega Pacheco, para que al final impongan alguien del grupo Atlacomulco, pero los votos manipulados han perdido fuerza…
¿Volver al sufragio efectivo maderista y no “en efectivo” estilo Atlacomulco?