Negruras septembrinas
Felipe Victoria
Llevó prácticamente casi 24 años de radicar en Acapulco y pernoctar diariamente aquí, pese a que durante toda mi vida anterior venía por muchas razones; de vacaciones o a realizar ciertas tareas periodísticas o de investigaciones especiales, y a echar noviazgo.
Cuando llegué por aquí, el inquieto empresario Zeferino Torreblanca Galindo se traía de un ala al entonces alcalde Rogelio de la O Almazán.
Rubén Figueroa Alcocer fue un gobernador aceptable y respetable, tras el pacificador Alejandro Cervantes Delgado y el visionario José Francisco Ruiz Massieu, que en el DF se perfilaba de alguna manera hacia “la grande” tarde que temprano, pero después de Luis Donaldo Colosio Murrieta, porque el presidente Carlos Salinas traicionó a su juvenil grupo de profesionistas, con quienes pactó notarialmente sucederse entre ellos al poder por treinta años pues lo integraban 5 miembros.
Además de Carlos estaba su hermano incómodo Raúl, el tamaulipeco Manuel Muñoz Rocha, Emilio Lozoya Thalman y Víctor Manuel Camacho Solís, el que hizo un berrinchazo a fines de noviembre cuando Salinas impuso de precandidato al sonorense en el PRI.
Los del Grupo Salinas descuidaron los términos y plazos electorales; cuando decidieron sacar de la campaña a Colosio el 23 de marzo de 1994, el único candidateable era Camacho Solís, comisionado en Chiapas por la Paz y la Reconciliación, pero la dolida viuda Diana Laura Riojas mandó al carajo al presidente con la cartita que le llevó a la funeraria en la colonia Del Valle para que aceptara de sustituto al exregente y efímero Canciller de Relaciones Exteriores, ordenando que literalmente lo sacaran de la capilla velatoria.
Alguien taimadamente inteligente y perverso, cercanísimo a Carlos Salinas, desde tiempo antes urdió el gran complot alucinando a los de Atlacomulco con que si algo malo le pasaba a Colosio, ordenarían la reforma fast track del 82 constitucional para suprimir ese candado que estorbaba a Hank González, solo que tendrían que encargarse de eliminarlo.
Pero los perversos siempre tienen un “plan B”, e igual alucinó a los camachistas incrustados en Gobernación y la PGR, para que dado el momento disimularan tergiversando las pesquisas iniciales si querían que “su candidato” el exregente sustituyera a Colosio.
Dicen que el hombre pone y Dios dispone, pero llega el Diablo y todo lo descompone; los demonios de la prensa nacional y extranjera no descuidaron el tijuanazo echando por tierra la farsa del “asesino solitario” Mario Aburto Martínez, tan parecido a los otros dobles que intervinieron en la acción concertada de que hablaría el fiscal Miguel Montes García después, y el plan original se vino abajo.
Casi de balde tantos preparativos entrenando a los jóvenes empleados de maquiladoras que se encargarían del atentado en Lomas Taurinas Tijuana, el 23 de marzo, y no en la Universidad de Mexicali un día después, como hicieron que creyera la DEA, que desde el 4 de enero dio aviso alertando al CISEN mediante Antonio Gárate Bustamante y su jefe Héctor Berréllez.
Mal gastada la millonada que le costó a los mexiquenses Alcántara Rojas el Grupo Omega que custodiaba a Colosio y los del Grupo Tucán en Tijuana.
Una vez Implicados en la coautoría y la negligencia dolosa en las pesquisas, hankistas y camachistas se tuvieron callar, y Córdoba Montoya aprovechó para encaramar a su pupilo Ernesto Zedillo sin el consentimiento de Salinas de Gortari, pues Pedro Joaquín Coldwell no aceptó ser el candidato sustituto.
Después el 27 de septiembre por poco y matan a Pedro junto con José Francisco en el University Club; al exgobernador de Guerrero de todos modos lo asesinaron el 28 por la mañana, cuando el diputado Manuel Díaz Infante lo obligó a ir a un desayuno con diputados priístas en el Hotel Casa Blanca de Lafragua, y su hermano Mario Salvador, entonces subprocurador de la PGR, se trasladó rápido al CERESO de Las Cruces en Acapulco por el tamaulipeco Abraham David Rubio Canales, en cuya celda se planeó parte del complot con el penalista Enrique Fuentes León, defensor del Chacal de Acapulco, Alejandro Braun Díaz, al que encarceló el honesto juez Cuarto Penal, Manuel Añorve López, en su oportunidad, tras la captura ciudadana que concretó el Capitán Sergio Castillo Lambrey.
Después las artimañas del sistema: crear Fiscalías Especiales para investigar y si se descubría algo comprometedor ordenar su pase a la reserva clasificada.
De todos modos y cambiando el sexenio, Ernesto Zedillo dio manos libres al procurador panista Fernando Antonio Lozano Gracia y al fiscal Pablo Chapa Bezanilla, que detuvieron y consignaron en 1995 a Raúl Salinas como autor intelectual del asesinato cometido contra su excuñado José Francisco, e inicialmente fue condenado a 57 años de prisión, pero por esos tratos entre políticos recuperó su libertad y los millones que escondió en el extranjero.
Triste para mí recordar tantos detalles prohibidos de aquel entorno de 1994 y su septiembre negro, que para los adentrados en el esoterismo provocó que cayera una maldición generándose un malfario del que en Guerrero no hemos podido salir.
Cuestión de ir atando cabos y armar las piezas del rompecabezas, pero a las autoridades superiores ni les interesa ni les convendría que se conozca de veras todo, porque algunos personajes siguen en el pandero y tienen mucho poder.
Chitón perrito si se trata de sobrevivir.