* Javier Morlet alertó que “en las calles de Acapulco” se integran “bandas de (niños) desesperados” por la situación de pobreza, que tiene como opciones trabajar en la informalidad, venderse como objeto sexual o reclutarse en bandas del crimen organizado
Redacción
El exconsejero de la Comisión Estatal de Atención a Víctimas (CEAV), Javier Morlett Macho, advirtió que el hambre y la pobreza están obligando a los niños a robar, a prostituirse y a reclutarse como halcones en los grupos criminales.
“En las calles de Acapulco o cualquier ciudad, se forman bandas de (niños) desesperados, unidos por la muerte que acecha”, aseveró el activista a través de una reflexión que compartió en su cuenta de Facebook.
Morlett Macho, quien hace años creó y coordinó los Diálogos por la Paz en Guerrero, advirtió que las condiciones económicas y sociales obligan a los niños de escasos recursos a integrarse a las filas de la delincuencia organizada.
Señaló que, según las estadísticas, en América Latina hay setenta millones de niños en estado de pobreza absoluta.
“Entre todos los rehenes del sistema, ellos son los que peor la pasan. La sociedad los exprime, los vigila, los castiga, a veces los mata: casi nunca los escucha, jamás los comprende. Nacen con las raíces al aire”, expuso el activista por la paz.
Asimismo, lamentó que cada vez haya más niños en situación de vulnerabilidad económica “en esta América Latina que fabrica pobres y prohíbe la pobreza”.
Detalló que de cada dos niños pobres, uno trabaja en el ambulantaje u otras actividades, y el segundo “sobra”.
“Uno de ellos trabaja sobándose el lomo a cambio de unas cuantas monedas que utilizan para mal comer”, señaló.
Su actividad laboral consiste principalmente en la venta de “chucherías en la calle” o cómo “mano de obra gratuita de los talleres y las cantinas familiares”.
El segundo niño, dijo, “sobra” porque “el mercado no lo necesita, no es rentable y no lo será jamás”.
“Y quien no es rentable, ya sabemos, simplemente no tiene derecho a la existencia. El mismo sistema económico que desprecia a los viejos, expulsa a los niños, y les teme”, criticó Morlett Macho.
Consideró que, desde la perspectiva del sistema económico, “la vejez es un fracaso porque es improductiva y costosa, pero la infancia es un peligro”.
“¿Qué destino tienen los dueños de nada en países donde el derecho de propiedad se está convirtiendo en el único derecho sagrado? Los niños pobres son los que más ferozmente sufren la contradicción entre una cultura que manda consumir y una realidad que lo prohíbe”, reflexionó.
Por ello, advirtió que el hambre está obligando a los menores “a robar, a prostituirse y últimamente a reclutarse como halcón con cualquier banda criminal”.
Por otro lado, dijo, “la sociedad de consumo los insulta, ofreciendo lo que les niega”.
Por ello, Morlett Marchó consideró que bajo estas condiciones “es razonable entender su venganza lanzándose al asalto, a convertirse en criminales”.
Indicó que muchos de ellos son hijos de familias campesinas, que han sido arbitrariamente desplazados de la tierra donde vivían y se han desintegrado en la ciudad.
“Entre la cuna y la sepultura, el hambre o las balas abrevian el viaje”, expuso el activista.