* Monseñor Leopoldo González reiteró que el pueblo de Guerrero ha recorrido caminos de esperanza y mirado como un desafío “la realidad de desigualdad, pobreza, violencia, narcotráfico, corrupción e impunidad”
ANA LILIA TORRES
ACAPULCO.— Además de asegurar que los ministros de la Iglesia Católica no pueden abandonar a los feligreses que viven en lugares donde prevalece la violencia, el nuevo arzobispo de Acapulco, Leopoldo González González no descartó la posibilidad de ser mediador entre el gobierno y los grupos del crimen organizado, como un paso para lograr el cese de la violencia y la reconstrucción de la paz en el estado de Guerrero.
“Si la mediación es útil para mejorar las condiciones de vida en el estado, mi mediación la haré” con el crimen organizado para mantener la paz en Guerrero, declaró en su primera conferencia de prensa como responsable de la Arquidiócesis de Acapulco, en la que estuvo acompañado por el nuncio apostólico en México, Franco Copola, el obispo de Ciudad Altamirano, Máximo Martínez, y el arzobispo de Morelia, Carlos Garfias Merlos.
Además, opinó que la desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa, después de ser atacados por sicarios de Guerreros Unidos y policías municipales de Iguala, el 26 de septiembre de 2014, es una “herida muy dolorosa en la nación”, por lo que pidió el esclarecimiento del caso y la aceptación de la verdad para reconstruir y restaurar las condiciones de las familias que resultaron afectadas al perder un hijo.
Posteriormente, monseñor González González tomó posesión como máximo representante de la iglesia católica en la Catedral de Nuestra Señora de la Soledad, ubicada en el zócalo de Acapulco, y más tarde ofició una misa en el salón Teotihuacán del Centro Internacional Acapulco (CIA), a la que asistieron funcionarios del gobierno estatal.
En su encuentro con reporteros, el arzobispo dijo que llega a tierras guerrerenses para continuar con la misión evangelizadora de la iglesia y advirtió que por los problemas de violencia que atraviesa se requiere de un trabajo de reconstrucción de paz.
Señaló que el pueblo de Guerrero ha recorrido caminos de esperanza y mirado como un desafío “la realidad de desigualdad, pobreza, violencia, narcotráfico, corrupción e impunidad”.
“Mi primer palabra que quiero hacer llegar es que no pierdan la esperanza, quiero caminar con ustedes estos caminos de esperanza y continuar los esfuerzos de reconstrucción de paz, la búsqueda de caminos de reconciliación y ayuda para sanar a las víctimas de la violencia”, precisó el prelado católico.
Cuestionado sobre si mediaría entre las autoridades y los grupos delincuenciales para buscar que disminuya la violencia que generan en el estado, dijo que lo haría y que no sería la primera vez que lo hiciera, porque ya medió en una situación de secuestro en Morelia.
“No es para mí algo nuevo, cuando estaba en Morelia de obispo auxiliar, salió (la nota de un secuestro), pidieron nuestra intervención en la negociación de una liberación, con el señor cardenal Alberto Suárez”, recordó.
Añadió que “estuvimos en esa negociación para liberar esa persona secuestrada. Nos pidió su familia la intervención, además en un video que se hizo público en el año 2001, 2002 (realizado por el secuestrado en el que pedía la intervención de la iglesia), por eso no es para mí extraño” una situación como esa.
El clérigo dijo que si se diera un encuentro entre miembro de grupos delictivos y los religiosos, sería para encontrar la manera de buscar su “conversión y facilitar el modo de cómo puedan dejar eso (actos delictivos) y reintegrarse a la sociedad como bendición, yo he de hacerlo”.
Coincidió en que los sacerdotes no pueden salir de las comunidades y abandonar a los feligreses que viven en municipios de Guerrero donde hay inseguridad, sino que “se deben de quedar para apoyar, acompañar a la sociedad y se sientan tranquilos, que no se abandone cuando aquel te necesita, cuando el riesgo es común”.
Hizo un llamado a los habitantes de Acapulco para que se unan a la Iglesia Católica para superar los problemas que tiene la ciudad.
Precisó que es necesario la prevención del delito, ponerles atención a los jóvenes y atención a las víctimas que han sufrido la violencia, porque eso dará esperanza a los acapulqueños para seguir adelante, puesto que “el mal no tiene la última palabra” en Guerrero.