Alejandro Mendoza

 

Si algo parece haberse perdido notablemente en muchas personas y en las diversas áreas de la sociedad, son los principios. Pero principalmente en los quehaceres políticos y de gobierno.

Es importante destacar lo que el Instituto Latinoamericano de Liderazgo definió que éste es un terrible mal que acecha a la generación actual. Y es que los principios se consideran, normalmente, inmutables a través del tiempo.

Cambiar los principios, para muchos, es como cambiar de moral, como ser incoherente en la vida. Cuando se está hablando de estos principios, se entiende como tales, entre otras cosas, la dignidad de la persona, el respeto a la palabra dada, la integridad, la honestidad, la lealtad, el respeto la vida, procurar hacer el bien, amar la patria, etc.

Nada es más terrible que violentar sus propios principios en los liderazgos sobresalientes de alguna actividad. La gente observa por la propia naturaleza pública de la actividad política que es precisamente aquí en donde se carecen de ellos.

Hoy hay líderes políticos que pretenden hacer creer que los principios son resultado de una moda pasajera. De hecho, cada partido político tiene su propia declaración de principios que le da sentido, se supone, a su existencia y actuar. Pero no los respetan. De ser así la política tendría otra práctica.

En realidad, los principios constituyen una preocupación antigua en la historia de la humanidad. Los primeros filósofos griegos se preguntaron por el principio de las cosas, su origen y también por su esencia o por su razón de ser primordial. Y daban respuestas relacionadas con la naturaleza física: el fuego, el aire, el agua, etc.

Poco a poco la ciencia fue descubriendo los principios que la rigen. Entonces se habla del principio de la gravedad, de la relatividad, de la conservación de la energía, etc.  Pero también se habla de principios lógicos, metafísicos, éticos, jurídicos, sociales. A todos ellos se les considera como leyes naturales, universales, reglas fundamentales, absolutas, válidas siempre e incondicionales.

No sólo hay principios en ciencias como la física. Los encontramos en el campo jurídico, médico o administrativo, por ejemplo, la buena fe, la salud, la calidad, la excelencia o el servicio.

Los principios obran, en cierta manera como paradigmas básicos en una ciencia o en el comportamiento, o como normas básicas que hay que acatar.

Pero no podemos reducir los principios a paradigmas ni a normas, porque el principio inspira conductas que van más allá del paradigma o de la norma.

Decimos, por ejemplo, que una persona de carácter se guía por principios, pero esos principios hay que integrarlos en la conducta personal, y ya nos movemos en un terreno próximo a los valores y a las virtudes. Y todo eso parece haberse perdido hoy en día. Los principios son todo en un líder.

Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz

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