Alejandro Mendoza
La traición es un mal que corroe al ser humano en la actualidad. Se traiciona al amigo, al proyecto, al equipo, a la palabra empeñada, a los principios, a los valores, a los ideales, a los acuerdos. Se traiciona todo y a todos. La mayoría de los casos por ambición.
Judas Iscariote es quizá el más famoso de todos los traidores al delatar a Jesucristo con un beso para que los romanos lo pudieran detener a cambio de 30 monedas de platas. Es significativo que el traidor siempre es motivado por algún tipo de ganancia, sea dinero, poder, posición o bienes materiales.
Según el diccionario ABC, la palabra traición hace referencia a un acto mediante el cual no se respeta la lealtad o el compromiso que existe entre dos o más partes. La traición es un elemento común de las relaciones humanas ya que el ser humano establece vínculos complejos con sus pares que pueden ir cambiando con el tiempo y verse afectados por diferentes sucesos.
La traición, sin embargo y a pesar de ser común, siempre es vista como un elemento negativo ya que supone que se pierde la confianza y la lealtad existente entre dos partes en las cuales existían previamente esos sentimientos.
En este contexto, el analista político José M. Ramírez Hernández expuso que la traición, en este caso política, como decía Maquiavelo es el único acto de los hombres que no se justifica. “Los celos, la avidez, la crueldad, el despotismo son explicables y hasta pueden ser perdonados, según las circunstancias; los traidores políticos, en cambio, son los únicos seres que merecen las torturas del infierno político, sin nada que pueda excusarlos”.
El acto de traicionar o de llevar adelante una traición supone justamente que se quiebran sentimientos tales como respeto, compromiso, lealtad, fidelidad que pueden existir entre dos partes. Cuando hablamos de partes podemos hacer referencia tanto a personas como a entidades o a instituciones que se ven comprometidas en este acto de traición.
Por tal motivo, la traición política es uno de los actos más despreciables, execrables, ruines y vergonzosos que un ser humano puede cometer contra otro, contra un grupo político o contra la sociedad.
Normalmente, la traición supone algún tipo de daño para la persona que lo sufre, ya sea a nivel emocional como también a nivel físico, económico, laboral, intelectual. Es decir que una traición puede ser muy variada y diversa dependiendo de cada caso; el único elemento común es que siempre contribuirá a generar algún daño o dolor sobre la persona en la que se ejerce.
La traición puede darse de manera voluntaria, es decir, buscando la persona que la lleve adelante, provocar ese daño en la otra parte, pero también puede ser involuntaria y de igual manera generar dolor y daño en aquellos que lo sufren.
Muchas veces, también el ámbito laboral puede transformarse en un ámbito altamente competitivo en el que situaciones como estas se dan a menudo, quebrándose entonces amistades o relaciones amigables duraderas.
También puede darse en el ámbito de las relaciones amorosas ya que cualquier tipo de engaño o infidelidad supone una traición a la idea de compromiso y lealtad que las dos personas pueden tener entre sí.
Lo cierto es que cuando Judas Iscariote comprendió el terrible acto que había cometido contra Jesucristo optó, primero, por devolver las 30 monedas de plata a los sacerdotes que pretendían matarlo, y segundo, decidió quitarse la vida. Hoy en día el honor y el respeto a la palabra es algo en extinción, sobre todo, en el ámbito de lo político. Quienes traicionan creen que pueden salir victoriosos de su acción, pero tarde o temprano, de una u otra manera, las consecuencias de sus propios actos los alcanzan, y el costo que muchas veces tienen que pagar, es bastante elevado y doloroso.
Los errores fueron míos, los errores de Dios, sonría, sonría y sea feliz
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