Isidro Bautista
Hace dos días aparecieron cifras sobre los grandes pendientes que existen en el sector educativo en un diario de circulación nacional, que revela el grave atraso que sufre el país y que habla alarmantemente de que nuestro sistema educativo nacional no ha sido capaz de abatir un histórico rezago que lo tiene anclado en condiciones de aletargado subdesarrollo.
Habría que revisar que las dos áreas fundamentales del conocimiento, como son el lenguaje y las matemáticas, en pruebas practicadas como Pisa y Enlace, han arrojado resultados nada halagadores, donde el nivel de aprobación en el estado no rebasa ni siquiera el promedio de 6.
Resulta lamentable reconocer que el sistema educativo está en crisis.
Seguramente producto de esta inquietud, es como nace la preocupación para impulsar una reforma educativa en el país que haga frente a grandes retos que padece la educación.
Es inexplicable que el Gobierno de la República hubiese lanzado dos años después de iniciado el gobierno el anuncio de la Reforma Educativa, y por consiguiente se notó lanzada de manera apresurada y únicamente encaminada como una reforma administrativa, de la que sin duda alguna arrojó inmediatamente resultados: acabó con el mercado negro de venta de plazas y horas, y con la viciada herencia de entregarlas de padres a hijos.
De inicio fue notable la ausencia de una reforma más completa, integral, pues se adoleció de un arranque firme y serio que pudiera transformar a través de metodología y programas novedosos, de técnicas o didácticas de enseñanza, de un esquema técnico pedagógico más moderno para tocar la esencia de la educación, y que es de lo que hoy se habla como un nuevo modelo educativo, del que aún, y quizá tardíamente, la gran mayoría de los maestros desconoce, agregando a todo esto el reciente anuncio de la nueva elaboración de los libros de texto gratuitos, lo que recibimos como asuntos, tareas y compromisos que debieron haber sido tratados desde un inicio.
Da la impresión de que se van hilvanando acciones improvisadas, corriendo el riesgo de que concluya el sexenio y pueda quedar la Reforma Educativa como un simple anuncio.
Podrá fracasarse si antes no se acondicionan y se realizan las operaciones irregulares que observa el sistema Educativo actual, pues:
-Continúa la improvisación en la designación de los altos directivos en la Secretaria de Educación.
– Continúan Procesos irregulares en cuanto al ingreso de docentes.
– Se requieren ajustes a los planes y programas de las escuelas normales, como formadoras de docentes.
– Continúa lastimándose el legítimo derecho de respeto al nivel de preparación y de antigüedad.
– Se siguen esquemas de ofertas a puestos directivos mediante exámenes, sin reparar en el justo derecho de otros.
– Continúan periodos prolongados de desatención en direcciones y grupos escolares ante el lento reemplazo de jubilaciones.
– Asignación de plazas sin contemplar el más mínimo esquema escalafonario.
– Se entiende que la atención de niños en las aulas reclama de los mejores perfiles docentes; sin embargo, resulta ser un esquema ausente de estímulos y de un ambiente de competencia sana.
– Se sigue padeciendo alarmantemente infinidad de escuelas que reclaman adeudos o bien faltas de docentes en secundarias y primarias.
– Se sigue manteniendo un esquema obsoleto de supervisión educativa.
– Existen evidencias de infinidad de personal incorporado a la S.E.G. con documentos apócrifos.
– La evidente negligencia ante conflictos que tienen meses sin resolverse y que a pesar de la exigencia que ha marcado el Ejecutivo del estado, éstos continúan latentes como lo son las escuelas de Montaña baja y de Costa Grande.
Estos asuntos de alta prioridad reclaman que el sistema educativo opere adecuadamente y logre afrontar con eficiencia cualquier Reforma Educativa, que por imperativas necesidades tenga que ser aplicada.
Resumimos que la docencia es una actividad delicada y de alta responsabilidad, pues no se puede ni se debe tolerar que el futuro de la patria corra riesgos al poner a los niños y jóvenes en manos de improvisados o de gente investida de mediocridad.
La educación debe manejarse con energía y responsabilidad; deben ser exigencias para quien la dirija y lo haga, de tal forma que lo realice con diligencia, con profunda convicción, con vehemente constancia, de tiempo completo y de cara a los problemas.
Ojalá se evite a los simuladores y a todos aquellos que se ufanan de ser indispensables y que incurren con frecuencia con engañosas formas para ocultarle al gobernante las graves deficiencias que se padecen.