¿Simples bravatas?
Felipe Victoria
Duro se esperaba el encontronazo del diputado Ricardo Mejía Berdeja, del MC, contra el fiscal general Xavier Olea Peláez el lunes pasado. Claro que sí lo hubo, pero a salivazos.
De principio el legislador priísta Héctor Vicario Castrejón advirtió a sus tricolores “subordinados” evitar linchamientos y que se la llevaran suavecito.
De entrada el experimentado penalista famoso Xavier Olea Peláez abordó el vergonzoso caso pendiente del asesinato cometido en agosto 20 de 2009, contra el entonces presidente del Congreso, Armado Chavarría Barrera, que pensaba iniciar su precampaña a la gubernatura para el 2011 como genuino perredista, y era secreto a voces su pésima relación con el externo Carlos Zeferino Torreblanca Galindo, desde que se disputaban la candidatura riñendo y retándose en el programa radiofónico de Jorge Zamora Téllez.
Agua y aceite no se mezclan, ni piedra con coyol hacen juego jamás, pero el hábil empresario tapatío de nacimiento, tras ganarle las elecciones de 2005 a Héctor Astudillo Flores, jaló a Chavarría como secretario General de Gobierno, para que lidiara él con los perredistas y tenerlo bajo su mando, sin mucha libertad de acción.
Cuando Chavarría le notificó a Torreblanca que pediría licencia al Congreso para comenzar campaña el día de su cumpleaños, se encendieron las luces rojas de alerta; sería peligrosísimo dejar que Chavarría llegara a gobernador pues capaz que se cobraría varios agravios, malos tratos y desprecios.
Criminólogos estiman como posible móvil más poderoso de crímenes el miedo a un mal futuro, que a resentimientos del pasado, porque los ánimos de venganza con el tiempo disminuyen.
Es de suponerse entonces que debían atajar a Chavarría en su empeño político.
Xavier Olea anunció que en dos o tres semanas quedará esclarecido el crimen contra Chavarría; vaya berenjenal en que se metió el fiscal porque es un voluminoso expediente más manoseado que la taibolera más vieja de los antros, donde muchos como en pila de agua bendita metieron manos poco limpias, y a todos los responsables en su oportunidad les dio miedo.
El solo anuncio de Olea Peláez el lunes pasado, le inquieta el sueño a varios que fungieron como titulares de la antes Procuraduría y quien más explicaciones debería dar es Eduardo Murueta Urrutia, a quien le tocó la pelota caliente.
A raíz de la filtración del escandalito de Chavarría en calidad de mujeriego “Don Juan”, con supuestas varias mujeres hasta en calidad de amantes que recibían “gasto” mensual generoso, publicado en el diario Milenio, surgieron peligrosas hipótesis de un crimen pasional, en especial esa del padre y hermano de una estudiante de la UAGro a la que no quiso reconocerle una criaturita y en venganza fueron a balacearlo a su domicilio cuando regresaba de pernoctar en casa de la otra Marta, su principal concubina.
En esos días el gobernador Zeferino lo llegó a insinuar, pero los perredistas presionaron para no manchar el prestigio de su nuevo mártir amarillo, por aquello de que solo los muertos tienen perdón y en vida eran unos santitos, aunque bien se calcula que a nadie asesinan por bonito ni buena gente.
Eduardo Murueta fue relevado del cargo y comenzó el desfile de sustitutos, que tampoco dieron el ancho, mientras enmarañaban más el asunto desviado ex profeso desde el primer día.
Imposible olvidar cuando muy animado el último procurador con Zeferino Torreblanca, David Augusto Sotelo Rosas, afirmó tener resuelto el caso y que en unos días presentarían a los culpables, pero algo los hizo recular.
Para pleito de película cuando reclamó el flamante primer procurador de Aguirre Rivero que el expediente del caso Chavarría estaba extraviado, al cambio de la administración en 2011; vino el silencio y para diciembre de 2011 la feria de nuevos responsables de la Procuraduría que tampoco esclarecieron nada.
Es norma que en los crímenes políticos las autoridades le apuesten al tiempo y el olvido, al cabo que a cada rato ocurren nuevos casos proditorios en qué distraerse y la impunidad es regla no escrita, sacramental en las cadenas de complicidades entre poderosos por sus secretos de estado.
A final de cuentas a los muertos ya de nada se les puede ayudar y a los familiares de las víctimas buscan como consolarlas y compensarlas, aunque de vez en cuando hagan ruido.
Menudo paquete se echó a cuestas el fiscal Xavier Olea metiéndose en camisa de once varas con el caso Chavarría, de hace ya casi ocho años en que tantas cosas han sucedido y hasta perdido del expediente de las averiguaciones; tal vez hasta descansen en paz algunos de los coautores.
Claro, preferible una mirada al pasado que a problemas muy recientes como el enigma de El Tequilero y su compadrito y padrino, el diputado Saúl Beltrán Orozco, que pinta a quedarse en la congeladora.
Así las cosas, sería de verse si al diputado Mejía Berdeja le interesaría en un caso dado figurar en la terna para la Fiscalía, ya que pidió la renuncia de Olea Peláez, para ver si como ronca duerme.
Todos nos damos cuenta cuando un guisado quedó mal preparado y criticamos al chef, ¿pero podríamos condimentarlo mejor nosotros sin los elementos necesarios?
Necesario revisar las inadecuadas condiciones insuficientes en que funciona la Fiscalía General. Un voto de confianza mientras tanto a Xavier Olea.