* Vivir fuera del presupuesto, error

* Figueroa Smutny y “la balconeada”

* Con esos amigos, ¿pa’qué enemigos?

 

Jorge VALDEZ REYCEN

 

Pendular en sus relaciones amistosas, Rubén Figueroa Smutny enfrenta hoy el peor escenario de escarnio, descrédito y exhibición de corrupción en toda su vida como hombre público y empresario.

La publicidad en redes sociales de una póliza oficial emitida por la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado del Municipio de Acapulco (CAPAMA), a favor de Figueroa Smutny como pago de la quincena de abril por sus servicios como asesor de la Dirección, lo ubican como el servidor público mejor pagado de todo el país, con un sueldo mensual de dos millones de pesos.

CAPAMA es un organismo paramunicipal del Ayuntamiento de Acapulco, que preside el alcalde Evodio Velázquez Aguirre en el Consejo de Administración, por lo que necesariamente por sus manos debe transitar el documento que avale el pago-salario al asesor de la Dirección de ese organismo, que de paso y para que no queden dudas, sigue siendo la “caja chica” pero ahora del presidente municipal de Acapulco.

Muchos años han pasado desde que se acuñó la frase mordaz: “vivir fuera del presupuesto… es vivir en el error”. Y el señor Rubén Figueroa Smutny acaba de ser exhibido mediante la filtración de un documento ultra-confidencial, que ampara el pago de un sueldo descomunal y exorbitante, como el tamaño de la alianza difundida con profusa alegría (aparente) y marcada displicencia por ambos personajes en las redes sociales.

Esta pícara escena del cómo se afianzan alianzas entre amistades peligrosas, podría ser el referente más claro de una amarga relación tasada en componendas inconfesables.

Evodio Velázquez Aguirre y Rubén Figueroa Smutny representan la antítesis de una alianza benefactora o de utilidades bondadosas, en la cosa pública que entre ambos construyeron y cuyos motivos hoy tengan que ser arrancados no por un Ministerio Público, ni un Fiscal de Hierro, sino por seguidores de redes sociales.

El golpe vino de adentro. La balconeada a Figueroa es resabio de viejos agravios, que se cobran con frialdad y son demoledores en su efecto. Es la venganza de aquellos “tuits” cargados con ponzoña y veneno que al cabo de unos meses fermentaron.

Hoy en día, los deslices adquieren fama del desquite o venganza. Es el uso de cualquier forma para “chamaquear” a rivales y adversarios, en un juego de patrañas. Me acusas, me desquito. Me agredes, te exhibo. Me atacas, te destruyo.

Más allá de las formalidades, increíblemente ausentes, de un ejercicio político, lo que se revela es un juego de poder perverso, donde el obús demoledor de exhibir a un corrupto incómodo beneficia a otros rivales políticos y se aniquila cualquier vestigio de honorabilidad y credibilidad para lo que venga en el futuro político.

Figueroa Smutny acaba de perder el beneficio de la duda a su favor. Evodio se ganó la desconfianza de posibles aliados, por el uso de recursos públicos con fines aviesos. Sin duda, ambos pierden. Y pierde la política, en su esencia más definitoria o literal.

Se pudo haber exhibido esa póliza mientras el presidente municipal visitaba Colombia, como parte de la excusa prefabricada, pero habría restado los efectos de contundencia, poderío y regocijo interno el ver los estragos emocionales y anímicos del rival.

No, que vea quién soy y que vean otros cómo soy.

Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.