Alejandro Mendoza
La pregunta parece obligada: ¿cómo pudo una época que se caracterizó por tanto progreso económico y científico ser tan asombrosamente sedienta de sangre? Este cuestionamiento es el que hace el británico Niall Fergurson en su libro, La guerra del mundo, en relación a la extrema violencia en el planeta desde el pasado siglo.
Al igual que la violencia que enfrenta nuestro estado de Guerrero y nuestro país, el mundo convulsiona por este terrible mal. No se trata de minimizar, ni justificar, ni tampoco de restar la responsabilidad que cada gobierno tiene de combatir este cáncer social que daña a millones de familias.
Henry Kamen, analista y especialista internacional en esta materia, en su escrito “La violencia de nuestro tiempo”, enfatiza que la explicación para este fenómeno es compleja y de gran alcance. Y pone el dedo en la llaga sobre la responsabilidad de los gobiernos en el mundo como “fomentadores reales de la muerte y la violencia”.
Y no necesariamente como autores intelectuales o materiales de sucesos violentos, sino con la misma desidia, apatía, irresponsabilidad, complicidad, impunidad, desinterés, incapacidad, contubernio, etc., se hacen corresponsables de la exacerbada violencia.
En los últimos acontecimientos de violencia ocurridos en la mayoría de los estados del país, muchos no dudarían en echar la culpa al gobierno por la falta de acciones o resultados en cuanto a la seguridad pública y el freno a la violencia.
Pero hay razones para cuestionar este punto de vista. Y es que prevalece este mal con orígenes multifactoriales.
La falta de conocimiento en la gente, la pobreza, la marginación, la apatía de la población en la elección de sus representantes populares y de sus gobiernos, la explosión demográfica, la codicia, la avaricia, la ambición, la falta de valores y principios, la ignorancia, la drogadicción, el alcoholismo, el tráfico de enervantes, la deshumanización, los intereses, la riqueza, el poder y así se podría enumerar una interminable lista factores que deterioran la mente, los pensamientos, la visión de los seres humanos.
En las potencias mundiales la violencia también provoca serios estragos en la sociedad. Por ejemplo, la Universidad de Texas en Austin ha dado permiso para que los estudiantes lleven armas en el campus, y de esta manera ha dado apoyo a la filosofía de violencia que reina en Estados Unidos.
En cuanto a España, ha sido uno de los principales proveedores de armas en los últimos 50 años. Partir de estos dos casos puede ayudarnos a pensar con más claridad sobre los orígenes del culto a la muerte durante el pasado siglo.
Aquí en Guerrero se ha planteado la necesidad de que los empresarios se armen en defensa propia, han surgido autodefensas armadas y en gran medida las armas salen a relucir como una forma común de querer resolver los grandes problemas ancestrales que ha tenido la entidad.
En este contexto, las estadísticas de las ventas españolas de armas son impresionantes: sólo en 2015 se exportaron material armamentístico y aviones militares por un valor de 10.000 millones de euros, con Alemania y Arabia Saudí entre los principales clientes.
La razón que se ofrece siempre se resume en una palabra: ‘defensa’, una palabra que en todos los idiomas es el sinónimo preferido para la ‘guerra’.
Lo que ocurre en Estados Unidos, México y en el otro lado del mundo como España, muchas veces refleja una actitud francamente hipócrita sobre la violencia porque está arraigada en el discurso público, pero no hay resultados como la gente espera.
Algunos dirán que esta escala de la violencia, perpetrada en un periodo en que el mundo está teóricamente en paz, es la consecuencia de aquéllos que han puesto en marcha el terrorismo o la narcoviolencia. Es un argumento potente, pero que nos debería hacer considerar los hechos.
En el caso de México cada uno de los estados enfrenta saldos terribles por la violencia, y en muchos de los casos las instituciones de garantizar la seguridad pública y la justicia, así como el ejercicio de gobierno, están completamente rebasados.
Las cifras deben hacernos parar a pensar acerca de la violencia, que es un rasgo fundamental de muchos países en el mundo. El Instituto para la Economía y la Paz (IEP) emitió un comunicado diciendo que ‘el mundo continúa gastando enormes recursos en crear violencia, pero muy pocos en la paz’. Detrás de cada acto de violencia personal hay por supuesto explicaciones y motivos. La violencia de las ideologías, de los intereses de todo tipo, sin embargo, son sólo pequeñas fracciones de la violencia que domina hoy en muchas sociedades que dicen ser civilizadas, pero que llevan dentro de sí mismas un cáncer profundo de violencia que está minando a la Humanidad.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz