ISIDRO BAUTISTA

 

Si el problema del muladar en que está convertido Chilpancingo se va a resolver con la salida de Marco Antonio Leyva Mena del cargo de presidente municipal, pues entonces que lo deje.

Aquí cabe la frase aquella de que si no puede, que renuncie.

Si es un problema con características que lo hacen complejo y de largo proceso, que no dependa propiamente de su voluntad,  entonces que se siga de frente, atendiéndolo, sólo que no salga después con el hecho de que finalmente le tocará resolverlo al que siga en el cargo, en el otro trienio, como si se tratara del asunto de la violencia o la inseguridad, que no se le ve fin.

La sociedad percibe, a todas luces, a un presidente municipal incompetente o incapaz. No se refiere a él como un presidente ladrón, sino como a alguien que de plano no puede.

Ya el año pasado Chilpancingo, específicamente la ciudad, estuvo hecha un cerro de desechos, dado que no había lugar apropiado para tirarlos, porque el basurero estaba, no lleno, sobresaturado.

Cualquiera hubiera visto venir ese problema. No se necesitaba ser experto para ver que se iba a poner hasta el tope en pocos meses.

Para aquel entonces, Leyva Mena tenía más de un año de haber llegado al cargo. Se sentó a atenderlo cuando ya no aguantaba las pestilencias. Corría y corría de arriba abajo, con una sociedad entera en su contra, arrepentida de haberle dado el voto, y con el clamor de que mejor se fuera.

El problema resurgió la semana pasada, sólo que peor.

Un presidente municipal capaz, ya no digamos con cariño a Chilpancingo, desde el primer día de su gestión debió haber adoptado medidas ante posibles o eventuales problemas. Se supone que por su preparación, acepta el ofrecimiento de ser candidato.

Así, no sólo se percibe entre la ciudadanía a un gobernante incapaz, sino también irresponsable. Disculpen el ejemplo, pero ocurriría lo mismo con los padres de familia que no se organizan para el regreso a clases de sus hijos, y a la mera hora corren por la mochila y los útiles escolares.

Pudiera argumentarse que su antecesor —en el cargo— le dejó en ceros las arcas o que ha habido recortes presupuestales espantosos que no le permiten avanzar en la atención del problema.

Al hoy gobernador Héctor Astudillo Flores le dejaron en quiebra el gobierno que recibió, pero, a diferencia, ha sido capaz de sortear la situación. Llegó al cargo el 27 de octubre de 2015, y a uno y medio meses, pudo solventar los gastos de fin de año, como aguinaldos y dos quincenas juntas.

Cerró el año de 2016 sin problemas en su administración. Lo último que solucionó fueron las demandas de jubilados y pensionados con un pago millonario que supo gestionar. Nada de brotes de protestas por trabajadores tuvo por falta de aguinaldo.

Leyva Mena tuvo paros laborales en diciembre pasado y hace menos de una semana también.

Y el mismo titular del Ejecutivo estatal tuvo que salir al paso la semana pasada de tal forma que tuvo que firmar un convenio de colaboración con el alcalde de Eduardo Neri y el edil de Chilpancingo, con el cual se permitirá tirar la basura al menos este año en un relleno sanitario localizado en las afueras de Zumpango del Río.

Leyva Mena no pudo solo.

Un día, a Héctor Avilés García, actualmente secretario de Finanzas del ayuntamiento, cuando se dirigía a una reunión del proceso de entrega-recepción, le pregunté si Leyva Mena había cambiado de número de celular porque en algunas ocasiones no me contestaba, y me respondió: Lo que pasa es que muchas veces se le olvida, lo deja en su casa, y ya no quiere regresar ni mandar a traerlo, y me pide prestado el mío. Así ha ocurrido hasta cuando hemos ido a México.

¿Cómo se llama a eso? ¿Olvidadizo?

La situación está en que si no ayuda, que no estorbe. Y ya se recrudece el problema del suministro de agua potable. Dicho con todo respeto.

isidro_bautista@hotmail.com