¿Amengua la “Trumpitis”?
Por Felipe Victoria Zepeda
Como quiera se llevó los reflectores y las ocho columnas durante doce días el magnate norteamericano que logró doscientos mil votos menos que Hillary Clinton, pero resultó ganador de la presidencia.
De momento no lo digeríamos, pero es que allá la elección es indirecta y se computan los puntos que representa cada estado, según el número de habitantes.
De no ocurrir un milagro en su Colegio Electoral de diciembre próximo, doña Hillary tendrá que regresar a su papel de esposa comprensiva y sumisa de mister Bill Clinton, para que no le coman el mandado las Lewinsky.
El sueño de empoderamiento de muchas mujeres distinguidas en Latinoamérica se fue a la tumba; cierto que en este continente hay actualmente mujeres presidiendo sus países, a unas les va bien y a otras les fue mal, como a la dama brasileña que poquito faltó para que hasta la encarcelaran por algunos negocitos poco claros.
De algún modo consuela saber que no solamente los varones mexicanos metidos en política son tan voraces y corruptos, lo que aquí nos cala es que disimulan tardándose para actuar contra los gandayas y les den impunidad.
La enorme lista de políticos encumbrados malandrines no comienza con Humberto Moreira, el ex de Coahuila, ni se termina con la media docena que ahorita andan ya casi en calidad de prófugos oliendo a cadáver como Javier Duarte de Ochoa, el que depredó Veracruz, o Roberto Borge, el saqueador de Quintana Roo, o Rodrigo Medina, el que gobernó Nuevo León, y tres tamaulipecos y uno que otro poblano o oaxaqueño como aquel José Murat o Ulises Ruiz, que no cantaron mal las rancheras, y ni qué decir de Marcelo Ebrard.
De plano muchos ya calculan de aquí al 2018 cuantos otros mandatarios estatales se caerán del pedestal por avorazados y deshonestos ingeniosos.
Por supuesto que Guerrero no podía quedar exento de negritos en el arroz y de seguro Héctor Astudillo Flores ya presentía lo que se iba encontrar en materia de finanzas torcidas de parte de sus antecesores; a veces las amistades y compromisos de gratitud llegan a doler cuando respetarlas se parece a la complicidad y no queda más que hacer de tripas corazón y apegarse estrictamente a las leyes.
Los pelos de la burra parda de que Héctor Apreza Patrón habló desde los primeros días de la nueva administración estatal y que ha constatado el contralor Mario Ramos del Carmen, ahí están como pelotita caliente, que les quema las manos y no atinan a quien echársela.
Lamentablemente existe eso que se llama “efecto dominó” y no podrían írsele encima tan solo al ex guerrillero académico Rogelio Ortega que como interino y sustituto de Aguirre Rivero se enloqueció empachándose con el saqueo de las finanzas estatales en un añito, el arrastre de los desfalcos enormes ya estaba desde “endenantes” y entonces tendrán que aplicársela a dos que tres exgobernadores sobrevivientes, porque ninguno se salvó de la inercia de recibir el estado con malas cuentas y endeudado.
Obviamente que el tal Moyao ya está en la mira y no tarda en estar bajo la lupa el señor Salgado Leyva, igual que Salvador El Pino Martínez Della Roca y Silvia Romero, los que fueron responsables de la Educación Pública, y ni qué decir del afligido Lázaro Mazón que fuera secretario de Salud y tal vez se alucinó juntando para su campaña a la gubernatura cuando López Obrador lo destapó como candidato del Morena.
De la gestión del perredista externo Zeferino Torreblanca Galindo nadie puede meter las manos al fuego aunque hayan sido más cautos y eficaces con la ingeniería contable; recordemos que con el arca abierta hasta el justo peca y en México, desgraciadamente la costumbrita es que los de la alta burocracia siempre llegan a los cargos con la tirada de ver qué se chingan recuperando lo invertido.
Por supuesto que no se puede generalizar y deben existir honrosas excepciones, digamos quizá como un don Alejandro Cervantes Delgado. No se me olvida la premisa del doctor Jorge Carpizo McGregor en la PGR aseverando que “la mano que roba se esconde, pero la que gasta no”.
Nos enfrentamos en todos los estados y el país a una cadena de complicidades, en que quienes llegan difícilmente podrían explicar una absoluta transparencia de los recursos con que hicieron sus campañas; el enorme defecto de origen de nuestro sistema electorero estriba en que se gasta demasiado en faramallas para disimular la compra de votos.
Si alguna vez deciden darle buen fin a la manida partidocracia, quizá lo menos dañino fuera de plano subastar públicamente los cargos de elección popular y asignárselos al que haga la mejor oferta en beneficio de las arcas saqueadas que siempre dejan los que se van.
En el palenque político se apuesta muy fuerte, unos ganan y otros pierden pero siempre hay triquiñuelas…bien podrían ahorrarse todos los candidatos tanto andar queriendo convencer a los electores con promesas huecas.
Bien decía el dictador Porfirio Díaz, menos política y más administración; los altos cargos públicos ya debieran dejar de ser oportunidad de hacer negocitos a costillas del erario, donde siempre ganan los funcionarios y sale perdiendo el pueblo.