Misoginia ganó

 

Por Felipe Victoria Zepeda

 

Por vía de mientras la confianza de México hacia los USA queda en suspenso, porque no son de olvidarse cosas dichas por el magnate Donald Trump en su campaña, antagónicas hacia los mexicanos inmigrantes ilegales que a la ligera calificó como delincuentes peligrosos, por lo que reveló su faraónico plan de construir un kilométrico muro en la frontera, que le cobraría a nuestro gobierno.

¿Calculan cuántos millones de mujeres quedaron lastimadas allá y aquí también, porque imaginaron cerca la posibilidad de que los USA y México fueran gobernados por féminas talentosas como Hillary Clinton y Margarita Zavala?

Si el machismo mexicano es fuerte, la misoginia yanqui resulta peor; prefirieron al otrora organizador de concursos de belleza donde algunas damitas dijeron ser mal tratadas por el magnate, cuyo perfil sicológico a muchos les pareció hitleriano.

Pero su xenofobia no fue el principal factor de triunfo, sino el secreto rechazo de inmigrantes ya legalizados que no quieren que sigan llegando fuereños latinos buscando empleos, porque les abaratan su trabajo alquilándose por mendrugos y sin prestaciones.

Alguna vez habrán escuchado anécdotas de mexicanos ya naturalizados, por ejemplo en Texas o Arizona, que son lo más hostil del mundo con los paisanos mojados.

De esos desnaturalizados captó muchos votos Trump, que se pensaba hubieran sido para Hillary, que a la mera tampoco es una perita en dulce; de plano que entonces ya ni modo.

Va un poco de historia para entender la alquimia electoral en ambos países.

Durante la dictadura porfiriana hubo paz y orden en México, mucho progreso y bienestar para las clases privilegiadas e inversionistas extranjeros, pero la injusticia y desigualdad social era insoportable para indígenas, campesinos, obreros y el sector popular. Por eso cuajaron los ideales del “Sufragio Efectivo. No reelección”, de Francisco I. Madero, que expulsó a Porfirio Díaz aliado con caudillos regionales de Morelos, Durango y Coahuila, pero sobrevino una guerra civil tras del asesinato contra el presidente Madero en febrero de 1913.

Estalló la Revolución con años trágicos para los mexicanos, mientras los caudillos regionales y militares se disputaban a muerte la Presidencia, hasta que Plutarco Elías Calles disciplinó a todos creando el Partido Nacional Revolucionario (PNR) en 1929, transformado después a PRM y PRI, conservando el poder por siete décadas.

Los vecinos yanquis con su democracia electoral bipartidista, influyendo siempre en el quehacer mexicano, aconsejaron limpieza, pero aquí prefirieron crear muchos partidos para bajarle poder al de oposición tradicional y seguir con sus trucos en conteos de votos.

Tras la caída del sistema en 1988 y el asesinato contra Colosio en 1994, el partido oficial reventó y en el 2000, Ernesto Zedillo pactó la alternancia presionado por el clero y los Estados Unidos colocando al PAN en Los Pinos con Vicente Fox, primero, y a Felipe Calderón en 2006, con tal de nunca dejar que el pujante PRD fundado por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano ni Andrés Manuel López Obrador fueran presidentes.

Nunca ha sido secreto que desde Washington controlen la política mexicana y que todos nuestros presidentes han sido sumisos al gobierno de los USA, que alternativamente ocupan demócratas o republicanos.

Resulta que por ahí de 35 millones y medio de mexicanos radican en los USA, pero unos once son considerados ilegales, en peligro de expulsión, así que cuando iniciaron sus campañas la demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump, que amenazó con deportar a tantos mexicanos porque no le gustan los inmigrantes de ninguna parte, puso a temblar a medio mundo y sobre todo a los mexicanos de allá y de aquí, con su proyecto de construir un muro divisorio fronterizo.

Muchos imploraron el milagro de que una mujer, Hillary Clinton, ocupara la Presidencia norteamericana, como fue que el hawaiano de color Barack Obama, fuera presidente y se reeligiera. Muchos meses con la ilusión enajenante que hasta la madrugada del 9 de noviembre concluyó con el triunfo del magnate Donald Trump, al que le construyeron una imagen de villano terrible, pero el león no es como lo pintan y veremos si es cierta o no tanta animadversión por los mexicanos.

El triunfo electoral de Trump lo decidieron los votantes norteamericanos. Tantos furibundos ataques al presidente Enrique Peña Nieto por la visita del entonces candidato Donald a Palacio Nacional y Los Pinos, que le costaron sus aspiraciones presidenciales a Luis Videgaray Caso, desde esa madrugada se quedaron con un palmo de narices y les andan debiendo ofrecerles disculpas.

La panista Margarita ya se quedó solita, aprendamos que del plato a la boca se cae la sopa y no habrá matriarcado binacional; hagamos un esfuerzo por estar mejor enterados de lo que de veras sucede aquí en nuestro angustiado México y dejemos en paz lo ocurrido en el país vecino, liberándonos de esa esclavitud mental que minimiza nuestra soberanía, autonomía e independencia.

Obviamente al saber a qué le vamos tirando con el magnate Trump en el poder imperialista máximo del mundo actual, el panorama preelectoral mexicano para el 2018 sufrirá cambios, sobre todo en el PRI, donde regresa a escena un Videgaray fortalecido y justificado.

Me queda recordar a Porfirio Díaz cuando se quejaba de México estaba tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos.