* Revelan que en su base tenían un calabozo donde torturaron y violaron a mujeres y hombres que detenían los elementos de ese grupo de civiles armados al mando de Salvador Alanís

 

REDACCIÓN

 

Tortura, secuestros, extorsiones, violaciones multitudinarias a hombres y mujeres por igual, fueron algunas de las acciones emprendidas por el FUSDEG para aterrorizar a los habitantes de El Ocotito y así mantener el control de esta y otras comunidades ubicadas en la zona rural de Chilpancingo.

Ayer lunes, los integrantes de este grupo de civiles armados abandonaron la vivienda que utilizaron como base de operaciones durante los últimos meses. La construcción está ubicada a pie de carretera, en la localidad de Mohoneras.

De acuerdo con varios vecinos, los integrantes del grupo armado desalojaron la base de operaciones alrededor de las cuatro de la madrugada.

Su salida habría sido para escapar de los 300 policías ciudadanos de la UPOEG que llegaron a sitiar la comunidad de El Ocotito a solicitud de decenas de habitantes que fueron víctimas del FUSDEG.

Por fuera, la base de operaciones del FUSDEG, cuyo líder más visible es Salvador Alanís, parece una vivienda normal, con la fachada pintada de un verde oscuro y bajo la sombra de un enorme árbol.

Sin embargo, las dos barricadas que se levantan sobre la azotea y un par de lonas con las leyendas “FUSDEG” y “Policía Comunitaria” revelan al transeúnte y a los automovilistas que pasan por el lugar que no se trata de una vivienda común, sino del centro de operaciones de un grupo armado que actuó con total impunidad.

La mañana de ayer, decenas de elementos de la UPOEG llegaron a resguardar la base de operaciones del FUSDEG. Lo primero que hicieron fue arrancar y prender fuego a las dos lonas que el grupo armado colgó a la orilla de la carretera para pedir dinero a los automovilistas.

Sin embargo, no se atrevieron a ingresar al inmueble sin la presencia de una autoridad que diera fe de cualquier situación u objeto ilícito que pudieran encontrar en el interior.

El comisario interino electo en asamblea popular, Gil Ramírez Cortés, solicitó vía telefónica la presencia de algún Ministerio Público y del director de Gobernación del estado, Jesús Vargas Vargas.

Tras casi cuatro horas de espera, ninguno de los funcionarios llegó al lugar, con la excusa de que estarían cometiendo el delito de allanamiento al ingresar a la base de operaciones del FUSDEG.

Varios habitantes de El Ocotito, así como el comisario Gil Ramírez Cortés, lamentaron la negativa de las autoridades, pues advirtieron que en ese lugar se cometieron varios delitos, como tortura, secuestro y violación.

Incluso advirtieron la posibilidad de que hubiera personas encerradas en el inmueble, pues tenían reportes de varios vecinos de El Ocotito que desaparecieron tras ser levantados por miembros de ese grupo armado.

Las ventanas de la base de operaciones del FUSDEG se encuentran abiertas. Dentro, varios artículos desordenados, tirados uno encima de otro, revelan que la salida del grupo armado ocurrió de improviso.

Al fondo se observan un baño, una habitación y una sala de estar que no tiene ningún mueble, únicamente un altar con una veladora encendida. En un pasillo hay una cama plegable sin colchón.

En el costado derecho de la parte frontal del inmueble hay unas escaleras de concreto que conducen a la azotea. Bajo los escalones quedaron decenas de bombas molotov abandonadas.

En la azotea hay dos barricadas hechas con costales llenos de arena. En una de ellas hay un plato de unicel con los restos de una orden de quesadillas. Esa es, quizá, la última cena que tuvieron los miembros del FUSDEG en su base de operaciones.

También se encuentran los restos de lo que pareciera ser una avioneta a escala. Se trata de un dron del gobierno estatal que el FUSDEG derribó meses atrás.

Al costado derecho de la base de operaciones hay una barranca por la que corre un pequeño arroyo. En la pared de ladrillo que se levanta desde el fondo de la barranca hasta la azotea del inmueble hay tres pequeños respiraderos, a una altura aproximada de siete metros.

De acuerdo con los vecinos, se trata de un calabozo en el que los pistoleros del FUSDEG torturaban, golpeaban y violaban a las personas que tenían el infortunio de caer en sus manos, tanto hombres como mujeres.

La madrugada de ayer, un habitante de Petaquillas que estuvo secuestrado por el FUSDEG durante casi un mes, logró escapar de ese calabozo.

El hombre, a quien únicamente se le identificó por el apellido Acosta, salió de la base de operaciones del FUSDEG de El Ocotito y comenzó a caminar hacia el sur, sobre la carretera federal.

Elementos de la Policía Estatal lo interceptaron mientras caminaba y se percataron de que presentaba señales de tortura, por lo que solicitaron el apoyo de un grupo de Protección Civil que se encuentra en El Ocotito.

El personal de Protección Civil confirmó los hechos e informó que el hombre presentaba fracturas y lesiones serias en diferentes partes del cuerpo. Además, tenía desvaríos mentales debido a los traumas.

Sus compañeros detallaron que el hombre fue violado por los pistoleros del FUSDEG en múltiples ocasiones durante el tiempo que estuvo encerrado. También sufrió daños en la vista al salir del calabozo y ver la luz del sol, puesto que durante un mes estuvo en completa oscuridad.

Comentaron que el hombre no pudo sostener una cuchara cuando le ofrecieron alimento, debido al alto grado de desnutrición y debilidad, porque en las últimas semanas los miembros del FUSDEG sólo lo alimentaron con una o dos tortillas al día.

El testimonio de una vecina da fe de las barbaries cometidas por el FUSDEG en ese calabozo: “Le pegaban a las mujeres, las violaban. A los varones los trataban bien mal también y allá arriba les pegaban, allá arriba le pegaron al maestro Audifret, allá en El Mangal. Ese terreno es del vecino Salvador Alanís, él daba órdenes de que les pegaran a las mujeres y les pegaran a los varones y los iban a tirar allá por Bachilleres”.

De acuerdo con la testigo, de quien se guarda su identidad por cuestiones de seguridad, al menos 10 mujeres de entre 15 y 45 años fueron privadas de la libertad por el FUSDEG, torturadas y violadas múltiples veces por los pistoleros de dicho grupo armado.

“A los varones les pegaban, los agarraban como si fueran piñatas, los agarraban con una tabla. Aquí abajo es a donde metían a los presos —relata mientras señala el calabozo—. Un muchacho al que le dicen Conce era el que les pegaba mucho a las muchachas. Una vez mi señor se estaba bañando y me preguntó si estaban llorando los niños y yo le dije que no, que (los del FUSDEG) le estaban pegando a una muchacha y ella gritaba ‘ya no me pegues’ y le respondían ‘tú cállate hija de la chingada, te voy a pegar más’. Ya después de eso las muchachas se calmaban y después las violaban allá adentro”.

La mujer aseguró que “quien daba las órdenes era Salvador Alanís” y éstas eran ejecutadas por los supuestos policías comunitarios, que en su mayoría eran jóvenes.

“Aquí el que les pegaba mucho era uno que se llama Manuel Cabañas, otro se llama Conce, el otro se llama Mario, el chiste es que son varios los que les pegaban a los muchachos”, indica la mujer.

Los vecinos del lugar también atestiguaron cómo Salvador Alanís tenía “escondidos” varios rifles de uso exclusivo del Ejército.

“En la noche sacaban los rifles (de alto poder) y en el día los escondían y usaban las escopetas”, señaló un testigo.

Los vecinos celebraron que el FUSDEG se haya replegado de El Ocotito, puesto que vivían con miedo permanente.

“Ya nos sentimos más tranquilos. No podíamos ni salir y teníamos miedo de que nos fueran a caer en la madrugada”, indicó un habitante de la localidad.

Por el momento, la comunidad de El Ocotito permanece en paz. Las clases en la escuela, las actividades comerciales y la vida social comenzaron a normalizarse. Incluso se percibe un ambiente festivo entre la población.

Quince grupos de la Policía Estatal permanecen en El Ocotito para hacerse cargo de la seguridad. La UPOEG también realiza recorridos en el pueblo. Por el momento, la situación es de tranquilidad.