* Saldaña: un rector envidiado

* Prefirió la academia a la grilla

* Ahora es víctima de extorsiones

 

JORGE VALDEZ REYCEN

 

Javier Saldaña Almazán es un rector envidiado por muchos.

De origen humilde, sierreño, supo desde temprana edad lo que es el trabajo rudo y entendió su vocación por la academia, el estudio y la ciencia. Se preparó con ahínco para ser rector de la Universidad Autónoma de Guerrero bajo una estrategia que era difícil y compleja: llegar con la unidad de todos los grupos, divididos, confrontados, para reencauzar lo que hace dos décadas era imposible.

Saldaña entendió que para llegar era posible construir un andamiaje sólido con todos los grupos, por lo que el origen de ese mal era la ausencia de un liderazgo consolidado en la UAGro. Esa percepción de carencia de un líder –el último fue el doctor Rosalío Wences Reza— había que ocuparla alguien que fuera capaz de unificar esas facciones universitarias sumidas en un antagonismo cíclico trianual.

La UAGro cambió radicalmente en el último lustro. Asencio Villegas Arrizón propuso un rumbo que entendió Saldaña y tras su partida física lo retomó. El trabajo de reunificar corrientes fue basto en los últimos años. El Consejo Universitario los reúne a todos. Los hace corresponsables en la toma de decisiones y permite esa pluralidad que otrora era impensable.

Hace un año, las tentaciones del poder fueron grandes para Saldaña. Ser gobernador efímero o concluir un rectorado, donde las reformas estructurales a la universidad le dieran continuidad al proyecto académico, científico y cultural. Saldaña prefirió lo último y eludió la grilla, a la que sucumbieron quienes abrazaron ambiciones personales y quizá bastardas.

Desde fuera, la máxima casa de estudios tiene un potencial nunca antes visto por gobernadores de Guerrero, desde Rubén Figueroa Figueroa. Con José Francisco Ruiz Massieu se dieron los primeros pasos para concluir con la etapa de desencuentros, que dieron pauta a los encuentros. Era Wences Reza aún el patriarca de la Universidad-Pueblo y las resistencias fueron como polos magnéticos opuestos.

No recuerdo a rectores como Marcial Rodríguez y Florentino Cruz entrar a llenar ese hueco dejado por un liderazgo enorme de Wences Reza. Tampoco a otros recientes, salvo Villegas Arrizón.

Saldaña fue audaz y visionario en captar con agudeza la ausencia de ese liderazgo y se empeñó en construirlo. Ahora por eso es el rector más envidiado de la historia, por su trabajo. Y en ese tránsito sigue, cuando se han aprobado por consenso las reformas al máximo estatuto y su legislación ya permitirá su reelección, entendida ésta como reconocimiento a los logros y méritos, no a la perpetuidad del poder per se.

Será presidente de un colegiado de universidades por mérito, no en graciosa concesión a su popularidad. Y es elogio colectivo a los universitarios guerrerenses.

Saldaña ha sido prudente, cordial y respetuoso del marco institucional. Las relaciones con el gobierno estatal han sido pródigas en entendimientos y acuerdos que se traducen en mejoras a la academia, ciencia y cultura. No hay turbiedad en nada.

Pero esa bonanza tiene un costo: la focalización de entes violentos, que han despertado la ambición desmedida y delinquen para la obtención de dinero fácil, producto de extorsiones.

La era de la violencia alcanzó a la masa universitaria y a sus directivos en una lógica irracional, que pervierte y trastoca a los buenos oficios. Saldaña es blanco de la delincuencia y no se observa la indignación de los grupos y corrientes universitarias. Hay un pasmo de sorpresa e incredulidad ante la osadía de atentar contra quien promueve la academia, la ciencia, tecnología y educación superior como palanca de desarrollo.

Saldaña debe sacudir la conciencia universitaria por ese ominoso presagio de violencia y amenazas de muerte en su contra. La suya es una historia muy dura, de enormes sacrificios y retos para alcanzar triunfos. ¿Ese es el otro desafío?

Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.