Los antojitos locales

 

Por Chanssonier

 

Hace mucho fue acuñada la frase que dice, a los guerrerenses los une el pozole y el mezcal, dividiéndose cuando hablan de política. En Chilpancingo desde hace muchos años, tomó carta de naturalización tanto el pozole como el mezcal, aunque es justo decirlo ambos vienen desde antes de la conquista de México, sobreviviendo por su magnífica preparación, porque al degustarlos lo dejan a quienes lo hacen un agradable gusto a su paladar.

En esta ciudad hubo una mujer, la cual se dedicó a la preparación de tacos de pollo; se llamó Porfiria Ramos quien noche a noche establecía su negocio en la esquina formada por las calles de Zaragoza y 16 de Septiembre, lo hacía de tal manera porque entonces antes de la mitad del siglo XX, pocos eran los autos en circulación lo cual le permitía hacerlo como lo hacía.

La buena mujer freía los tacos en un enorme sartén, el que alimentaba con carbón; a ojos de los consumidores preparaba una salsa de un agradable sabor, que era el que le atraía a la clientela. Los muchos años en esta actividad le fueron minando la salud hasta agotársela; por disposición médica se le prohibió retornar a sus tareas, las cuales ejerció por espacio de más de medio siglo.

Fémina que había sido de abundantes carnes, terminó sus días en la delgadez. La preparación de una salsa única, fue el éxito para que se le siga recordando, a una distancia de su sentida muerte.

Aún debe vivir mucha gente que recuerde a don José Alday, quien se distinguió por preparar la barbacoa más exquisita, la cual noche a noche vendía en el portal norte del desaparecido mercado “Gral. Nicolás Bravo”.

Poco antes de anochecer el señor Alday llegaba con la barbacoa de chivo, para que la clientela la probara aún caliente; la salsa era el complemento ideal para su buen disfrute. Por espacio de muchos años ejerció esta actividad. Es bien cierto que otras personas se dedicaron a la confección de la barbacoa, pero ninguna tan exquisita como la de este hombre, quien falleció hace ya un buen tiempo.

Si se trataba de enchiladas nadie mejor que doña Tina Díaz para su preparación; eran de chile guajillo con pollo, adornadas con queso fresco y lechuga picada. Su vendimia también la llevaba a cabo por las noches, teniendo como vecino al señor José Alday. Estos potajes eran acompañados generalmente por un tepache elaborado por el señor Salomón Peralta, o agua fresca de limón, preparada de manera inigualable por la señora Milburga Pacheco.

Desde hace muchos años llegaron a esta ciudad, de Chilapa que al parecer es su lugar de origen, las muy famosas chalupitas cuya venta se ha extendido de manera sorprendente.

Al término del mercado sobre su lado oriente, estuvo una calle de un solo tramo denominada 2 de Abril. En ella se establecían las vendedoras de atole y tamales. Era doña Juana Carbajal la que mayor clientela acaparaba; lo confeccionaba blanco acompañándolo con conserva de cáscara de toronja mochitleca. Su vendimia tenía rápida salida por su magnífica elaboración.

Muy cerca de ella ponía su ambulante puesto de tamales, una señora a quienes todos llamaban Luisa “La Corajuda”, que si bien tenía un carácter agrío, todos la buscaban para comprarle tamales de dulce, carne, ciruela y de otros sabores. Hoy todo esto es tan solo un agradable recuerdo, en un mundo cambiante cada día.