* Astudillo, el real discípulo de JFRM

* El estilo de gobernar es muy similar

* A 22 años del crimen en La Fragua

 

Jorge VALDEZ REYCEN

 

Desde la dedicatoria: “Al maestro, al gobernador y a tu hermano” –en alusión a Maricela Ruiz Massieu—, el gobernador Héctor Astudillo Flores pronunció uno de los discursos más sentido y conceptuoso a la memoria de José Francisco Ruiz Massieu, asesinado hace 22 años en la calle La Fragua, en la ciudad de México.

Astudillo fue el real discípulo de Ruiz Massieu, en los tiempos de gran ebullición y conflicto en la entidad. Desde antes del amanecer, el que fuera su secretario particular lo esperaba en el lobby de Casa Guerrero, para acuerdos de la agenda, citas, llamadas y una carga de trabajo superior a las 18 horas ininterrumpidas.

Astudillo recordó con palabras desde el corazón la figura del hombre de leyes, del analista y escritor político, reformador legislativo, promotor de la maestría del derecho público, ideólogo político, maestro organizado en horarios, reuniones, agenda. “No programaba para medio hacer”, advirtió.

JFRM –dijo— era un hombre de carácter, no de mal carácter. Fue visionario y promotor de la democracia. Promovió a una generación de políticos que llegamos a tener el alto honor de ser gobernadores de este estado. Seguimos recordando cómo era: asiduo a la lectura, madrugador, visionario y con el don anticipatorio. Con su partida, no sólo perdió Guerrero… perdió México.

Recordó la carta a Luis Donaldo Colosio Murrieta, con el final premonitorio: “Pobre Donaldo. Pobre de mí. Pobres de todos nosotros”. También de su vestimenta, con coordinados y su guayabera blanca. Con un solo vehículo que él manejaba: un Volkswagen Corsar verde.

Supo de la época de los desencuentros y los encuentros, cuando pronunció el quinto informe de su gobierno. Y también hubo anécdotas inéditas, como la confesión: “Héctor, el que yo haya sido gobernador de Guerrero, es una puntada del sistema”…

Astudillo dio santo y seña de quién era Ruiz Massieu, el hombre de carne y hueso, el de excepcional inteligencia y capacidad visionaria para adelantarse a problemáticas, en prospectiva. También supo de esos desencuentros con enemigos, a quienes después hizo aliados.

No cabe duda, al menos para el que esto escribe, que Astudillo tuvo efectivamente a un maestro de la gobernanza y supo captar el don de la anticipación a los problemas, con soluciones.

Por eso, en este primer año de gobierno, hay similitudes y rasgos perfectamente definidos en la forma y fondo de gobernar Guerrero. Claro, en otros tiempos completamente distintos, pero con las complejidades casi idénticas al cuarto de siglo de distancia: pobreza.

Astudillo guardó para sí un aprendizaje que seguramente le costó mucho esfuerzo, trabajo y horas robadas al sueño y al disfrute de la familia. Claro que era perfectamente comprensible que lo fuera, por el estilo de JFRM.

Los que ahora acompañan a Astudillo en las tareas de gobernar Guerrero deberán aprender y memorizar cada palabra y cada frase de ese discurso a su maestro. Releerlo, será tarea sustancial, una mirada al pasado desde la visión del presente, con nostalgia y reverencia.

Astudillo fue el más cercano a JFRM en sus gustos y fobias, con disciplina de discípulo. No había mejor calificado que él para un discurso a la memoria del gobernador Ruiz Massieu, por esa cercanía. Aunque quizá otros contemporáneos suyos hayan tenido la misma familiaridad que él.

A 22 años, la pérdida de un hombre, con una mente e inteligencia extraordinaria, es motivo de silencio y respeto.

Dos minutos antes de que una bala 9 milímetros se le alojara en el cuello y destrozara la carótida, Ruiz Massieu se despedía presuroso de los futuros diputados.

–Voy al IFE… tengo un debate con Porfirio Muñoz Ledo… y no me lo pienso perder –decía entre sonrisas llenas de malicia.

El destino final lo alcanzó en la calle La Fragua.

Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.