* Un “jaguar” autoexiliado por la violencia

* Astudillo y Ríos Piter dan una charamusca

* Insensible, ante violencia, lucra con dolor

 

Jorge VALDEZ REYCEN

 

En 1999 Armando Ríos Piter debutó en el gobierno estatal como subsecretario de Gobierno para Asuntos Políticos. Fue su “bautizo” en la polaka guerrerense, de la mano de Florencio Salazar Adame, quien fue su mentor e impulsor en las artes bisoñas de la grilla.

Nunca se supo si Armando Ríos Piter era miembro del PRI. Lo cierto es que su paso en la estratégica Subsecretaría de Gobierno fue de bajo perfil. Luego se alineó con Zeferino Torreblanca Galindo, al cambiar el sexenio, y su premio fue la Secretaría de Desarrollo Rural, donde el prietito en el arroz fue un fraude en la construcción de un rastro tipo TIF en Ciudad Altamirano, donde 50 millones de pesos fue el quebranto dejado. Nada se supo después.

Entonces es postulado por el PRD para una diputación federal por la Costa Grande y fue el único que gana por el partido del sol azteca, aunque le endilgan a Rubén Figueroa Alcocer la paternidad de ese triunfo pactado. Fue que aparece “El Jaguar”, con sus poses de tigre de Tequicorral, que no gana ni un porrazo.

De ahí, pa’l real. Ríos Piter ha escalado hasta el Senado de la República, de la mano de Los Chuchos, con quienes ya tuvo diferendos y deslindes varios. Su estilo de hacer política lo ubica como veleidoso, inestable en sus relaciones y traicionero en sus acuerdos. La última vez que se le vio en Guerrero fue en 2013, en la foto histórica en Casa Guerrero, el 13 de septiembre, cuando llovía y llovía… y todos bebían.

Cuando se anunció el Plan Nuevo Guerrero con más de 20 mil millones de pesos de recursos para la reconstrucción de zonas devastadas por los huracanes “Ingrid” y “Manuel”, Ríos Piter se metía entre los priístas para aparecer cerca del presidente Enrique Peña Nieto y salir en la foto. Ese es “El Jaguar”, oportunista y acomodaticio.

El paso por el Senado del chilango-tecpaneco ha sido mediocre y gris. Se alineó con Luis Miguel Barbosa, su líder senatorial y ahora hasta constituyente es de la CDMX. Su aspiración ya no es Guerrero –si es que la tuvo—, ahora quiere ser gobernador de la CDMX.

Desde 2014 Ríos Piter se autoexilió de Guerrero. Amenazas directas del crimen organizado lo obligaron a poner pies en polvorosa del terruño de sus ancestros, de acuerdo a versiones de sus propios seguidores. Se fue de Guerrero dolido por la imposición de Beatriz Mojica Morga, quien lo tachó de misógino por una declaración descalificadora hacia la calentana, a quien nunca acompañó en su gira de proselitismo.

Ahora, cuando Guerrero se convulsiona por la embestida de grupos delincuenciales y el índice de muertes repunta, aprovecha con inusitada prestancia para clavar un par de banderillas al gobernador Héctor Astudillo Flores. Total que la charamusca en Twitter fue de pronóstico. Astudillo le reviró con una palabra fuerte, hiriente y contundente: “cobarde”.

Sí, la insensibilidad de “El Jaguar” de utilizar el dolor y luto de miles de hogares por sus víctimas para denostar a Astudillo, tuvo un costo. Y por ende, la invitación de que Ríos Piter venga a Guerrero tiene toda la jiribilla de quien sabe perfectamente de ese autoexilio y el porqué.

La narcoviolencia que se padece no es razón para sacar raja política, ni muchos menos para denostar. Fue irresponsable el uso de ese fenómeno delictivo para clavar el puñal por la espalda. La forma es fondo. Y la inquina de “El Jaguar” es un mal hepático, biliar, asociado con la envidia.

Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.