Isidro Bautista
En Guerrero debe hacerse un frente común, pero real, para defender su presupuesto 2017 no sólo por tratarse de un estado pobre sino el más convulsionado, con la ciudad más violenta del país.
Por eso es plausible el reencuentro observado esta semana entre el gobernador Héctor Astudillo Flores y el presidente municipal de Acapulco, Evodio Velázquez Aguirre.
La situación en que se encuentra Guerrero no está como para ver a los gobernantes enfrascados en pleitos o distanciamientos, sino en robustecer su relación ya no personal, sino institucional.
Esta semana el gobierno federal entregó a la Cámara de Diputados su propuesta de paquete económico de 2017 para su análisis y, en su caso, aprobación, en la que se prevé un recorte de casi 240 mil millones de pesos, que golpeará a todos los estados del país.
Si Guerrero está de por sí pobre, peor lo estará con un recorte de la magnitud como el que comienza a especularse.
La tijera presupuestal cortará casi el cuello a todos los estados por igual, sólo que Guerrero no debe tener el mismo trato que los restantes del país.
El gobernador Astudillo lleva tres semanas con su llamado a formar un frente común, a cerrar filas por la defensa del presupuesto, y de las palabras pasó este martes a los hechos al reunirse con Velázquez Aguirre en aras de pugnar juntos por resolver de la mejor manera los problemas financieros de Acapulco.
“No es el único que tiene problemas económicos. Hay muchos municipios que tienen problemas económicos. El propio gobierno del estado tiene carencia de recursos económicos, y los tiempos que vienen no son nada cómodos”, reconoció el titular del Ejecutivo estatal.
El llamado al frente común no debe quedar en la retórica.
Tienen que sumarse no sólo los legisladores y los ayuntamientos, sin importar partidos políticos; los grupos organizados, como los hoteleros, profesionistas, comerciantes, transportistas, restauranteros, etcétera, y sociedad civil, porque, de lo contrario, a Guerrero le irá peor.
El mismo Evodio Velázquez admitió, tras su reencuentro con el gobernador, que, en efecto, “es momento de cerrar filas”, y que se reunió “para entablar un diálogo permanente que fortalecerá la agenda del municipio y del estado en beneficio de los acapulqueños”.
El gobierno de la República no debe etiquetar parejo a Guerrero. Debe darle, como decía el entonces gobernador Alejandro Cervantes Delgado, trato desigual a los desiguales, porque no es igual su economía con la de los estados del norte del país.
Paralelamente tiene conflictos de orden político-social. Sigue latente el caso de Ayotzinapa, y aunque el gobernador Astudillo es observado metido por contrarrestar el problema de la violencia, ésta brota a cada rato. No se trata —habrá que reconocerlo— de un asunto por resolver en un abrir y cerrar de ojos. Requiere de una atención de largo plazo.
Dice el presidente Enrique Peña Nieto que su gobierno hará todo el esfuerzo por disminuir lo que él ha dado en llamar mal humor social. Entonces que comience con Guerrero, y que recuerde lo que dijo en Iguala: “Iguala es un municipio emblemático y no puede quedar marcado por los trágicos acontecimientos” del 26 de septiembre de 2014. Su gente —añadió— merece ser conocida por su fortaleza, su calidez y firme carácter en favor de su comunidad.
El problema de la inseguridad o el combate contra la delincuencia no se acabará con más balas solamente, sino que es necesario voltear a ver factores como el desempleo, pero con mejor presupuesto, sobre todo en un estado donde los rezagos están en todos los rubros.
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