La Casa Lama

Por Chanssonier

Por espacio de muchos años tuvo abierta sus puertas, la prestigiada negociación que tuvo como razón social “Casa Lama”, la que era atendida por su propietario el libanés Miguel Lama Chaya, ayudándole en las tardes mercantiles su esposa, doña Rosa Némer. Si bien existían otras negociaciones dedicadas a la venta de vinos, licores y cervezas, este giro comercial siempre fue el preferido de la población, porque se podía encontrar vinos nacionales y ultramericanos, así como cervezas, aunque de estas últimas solo de una marca por tener en su poder la concesión respectiva.
El señor Lama por así decirlo parecía ser un ermitaño; en muy escasas ocasiones podía encontrarse en las calles, porque de hecho todo su tiempo lo dedicaba a su negociación, al igual que su señora esposa. Posiblemente la permanente atención que pusieron en su negocio, haya sido el principal motivo de su auge, que le colocó como uno de los comerciantes más ricos de la plaza.
En la Casa Lama podía adquirir la gente, desde un magnifico coñac francés, hasta un modesto tequila jalisciense. El éxito económico del señor Lama quedó de manifiesto, al iniciar sus operaciones mercantiles en una modesta casa de teja, en la calle Corregidora, en donde más adelante levantó un sólido edificio de varios niveles.
Los muchos años de trabajo, aunados a la tercera edad en su existencia, le ocasionaron se le quebrantara la salud, hasta sobrevenirle la muerte.
Al poco tiempo de su deceso su viuda doña Rosa cerró la acreditara negociación, poniendo en venta el edificio, para más adelante establecer su domicilio en Cuernavaca en donde murió.

El laborioso señor Villegas

Procedente del pueblo de Santa María del Tule, Oaxaca, llegó a esta ciudad al término de la revolución el joven Cirilo Villegas Garzón, quien al poco tiempo se casó con la señorita Flora Olea y Leyva, estableciendo su domicilio en la calle Zaragoza, en la esquina poniente que hace con República de El Salvador, justamente en la parte poniente del mercado Gral. Nicolás Bravo, ahora desaparecido.
En la esquina ya manifiesta, el señor Villegas Garzón estableció una tienda, en donde se podía encontrar todo lo requerido en el hogar para la preparación de alimentos; al poco de su apertura fue la que logró tener una amplia clientela. El hecho que en la ciudad no hubiera una fábrica de refrescos, lo motivó para establecer una a la cual denominó La Sorpresa”, la cual estuvo en servicio por muchos años, hasta que no pudo competir con las empresas transnacionales.
Los refrescos elaborados por don Cirilo, tenían en la boca una canica ágata; si se le presionaba podía degustarse un sabroso refresco de limón, de allí su nombre.
Cerrada la refresquera don Cirilo se dicó totalmente a la atención de la tienda, la cual se clausuró para siempre al poco de la muerte de este laborioso hombre.
En la parte norte de la extensa propiedad, su cuñado el médico Enrique Olea y Leyva estableció una farmacia que llevó su apellido, la cual hace varios años dejó de funcionar, luego de cumplir 50 años de su apertura.
Lo que fue “La Sorpresa” está ocupado por otros negocios, al igual que la farmacia.