¿De Bucareli hacia Los Pinos?

 

Felipe Victoria

 

En la céntrica y popular avenida del antes D.F., donde convergen los diarios mexicanos de mayor tradición y circulación nacional, el famoso Reloj Chino que adorna el entorno del Palacio Covián, domiciliado en la esquina de General Prim, entre las calles de Abraham González y la avenida Bucareli, están las principales instalaciones de la Secretaría de Gobernación.

En varias décadas del Siglo XX, la oficina del titular de la dependencia fue considerada el trampolín hacia Los Pinos. De ahí brincaron hacia arriba Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez, en 1964 y 1970, respectivamente.

Después como que se perdió la magia y personajes como Mario Moya Palencia, Federico Reyes Heroles, Enrique Olivares Santana, Manuel Bartlett Díaz, Fernando Gutiérrez Barrios, Patrocinio González Blanco Garrido, Jorge Carpizo McGregor, Francisco Ramírez Acuña y Santiago Creel Miranda, no completaron la escaramuza; pero el mullido sillón del austero y sobrio despacho forrado de maderas finas se convirtió en silla macabra, cuando desplomaron a Juan Camilo Mouriño Terrazo y a Francisco Blake Mora, considerados presidenciables panistas con Felipe Calderón Hinojosa.

Para el retorno priísta al poder nacional en 2012, no cualquiera ambicionaba esa temeraria posición en Gobernación, de tanto que perdió importancia la dependencia en las subsecuentes administraciones blanquiazules del 2000 al 2012, cuando se puso peligrosa.

Desde mucho antes, José López Portillo saltó a la Presidencia desde Hacienda y Crédito Público; Miguel de Lamadrid y Carlos Salinas desde Programación y Presupuesto; Ernesto Zedillo desde la oficina de Córdoba Montoya, por la tragedia de Tijuana; Vicente Fox, de la gubernatura de Guanajuato, en alianza con el clero, transnacionales el mercado clandestino de drogas, y Felipe Calderón, de la Secretaría de Energía y Minas.

Enrique Peña Nieto, del gobierno mexiquense y el grupo Atlacomulco, aquel de la ilusión de haber candidateado a Alfredo del Mazo sucediendo a Lamadrid o después a Carlos Hank González, sustituyendo al candidato Colosio para relevar a Salinas.

A pesar de todo y de malas rachas, Gobernación nunca perdió su halo de misterio, de hecho una virtual “vicepresidencia mexicana”, responsable del control del gobierno interno del país y la coordinación interinstitucional, poderes que le fueron arrebatando los tecnócratas.

Tras la amputación forzada de la Dirección Federal de Seguridad, en 1985, por las andanzas turbias del hidalguense José Antonio Zorrilla Pérez en casos muy sonados de relevancia internacional, la fuerza operativa contra la delincuencia organizada que tuvo Gobernación se limitó a servicios de inteligencia, información y análisis.

En los gobiernos blanquiazules esa área estratégica se redujo al mínimo por tantas alas que le dieron al plenipotenciario policía de espionaje Genaro García Luna, que se ocupó de minimizar a la PGR y la Policía Judicial Federal inventando su agringada AFI, con Fox; para colmo con Calderón le “regalaron” el control de todas las policías mexicanas, al estilo que, con López Portillo, tuvo Arturo Durazo Moreno, cuando se cometían barbaridades infames, pero al menos sí mantuvieron a raya a la delincuencia.

Antes las mafias respetaban a las corporaciones policiacas, pero después con su ley de plata o plomo se convirtieron en patronas del mal y se asociaron con algunos funcionarios codiciosos, disfrazados de muy respetuosos de los derechos humanos, que dejaron en el olvido la energía legal para imponer la paz y mantener el orden.

A muchos extrañó que en diciembre de 2012, el presidente Peña Nieto designara al hidalguense exgobernador Miguel Ángel Osorio Chong y a su paisano Jesús Murillo Karam al frente de la PGR, para la talacha dura contra la delincuencia, cargos en los que tecnócratas y miembros del grupo Atlacomulco no quisieron ponerse en riesgo, porque lo que les fascina es la ingeniería financiera.

Con Salinas fueron tres los titulares de Gobernación que recuerdo, con Calderón al parecer cinco; entonces un mérito entre varios debe reconocerse a Osorio Chong, quien para diciembre cumplirá cuatro años dando su mejor esfuerzo en las arenas movedizas y candentes de Bucareli, donde cuando no le llueve le llovizna y le pasan de pronto problemones que se le salieron de control a otros.

Adivina el amable lector, ante el negro panorama que se avizoraba, el mexiquense Emilio Chuayffet tiró la toalla en la Secretaría de Educación Pública tras encarcelar a la enriquecida líder caciquil del SNTE, pero con su aparente opositora disque disidente, la CNTE, protestando por la Reforma Educativa en cuatro estados del sur inició la narcoinsurgencia que le quita el sueño y provoca pesadillas al ilusionado Aurelio Nuño, que obviamente ha quedado fuera de la precontienda priísta por la candidatura presidencial.

Osorio Chong, según muchos, sigue punteando en las posibilidades para el 2018, aunque no se le despega Luis Videgaray Caso, ni se desestima a Eruviel Ávila, ni a José Antonio Meade, pero la verdad muchos sospechan que como en los tiempos de antaño, Peña Nieto tenga por ahí tapado un As bajo la manga.

El insumiso Manlio Fabio Beltrones Rivera ya dio los primeros pasos para una escisión priísta, como aquella de 1988 que encabezó Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano para registrar otro partido político.

Antes Gobernación era el trampolín hacia Los Pinos, pero ahora las cosas se deciden de manera diferente.