Isidro Bautista
Los triunfos o derrotas de las elecciones del domingo pasado reflejan, más bien, el voto de castigo, y éste fue depositado para todos los partidos. El PRI, como se ve, fue el peor golpeado.
En Oaxaca, por ejemplo, ganó el PRI no por su candidato a gobernador, sino porque la mayoría votó en contra del PRD, y así ocurrió en los distritos, municipios y estados. Fue clarísimo también en Veracruz, donde el hartazgo lo hubo contra el PRI.
Fue más la vapuleada para el PRI por el presidente Enrique Peña Nieto. El clima de inseguridad se vive en todos lados, incluidas esas trece entidades y la Ciudad de México. En tres años de ejercida su administración no se ha percibido ninguna mejoría, y sí, en cambio, han permeado más los escándalos de corrupción.
Donde hubo o hay malos gobernantes, sus partidos pierden. Vicente Fox ganó porque dijeron basta al PRI.
Y malos gobernantes salen tanto del PRI como del PRD y los demás partidos. Todos son iguales. La gente tiene en mal concepto a los políticos, no de un partido determinado, sino en general.
En Guerrero así ganó Zeferino Torreblanca, y así ganó Héctor Astudillo, por culpa de la actuación de los gobiernos de Ángel Aguirre y Rogelio Ortega.
Después vienen factores como la calidad política, moral o profesional de los candidatos. La del PRI en Puebla fue buena candidata. Lo negativo estuvo en el hecho de ser originaria de ese estado, y los poblanos todavía se resisten a muchas cosas.
Podría preguntarse si por la actuación de alcaldes como los de Chilpancingo, Marco Antonio Leyva Mena, o de Acapulco, Evodio Velázquez Aguirre, sus partidos ¿volverían a ganar, ante los problemas por ejemplo, de inseguridad o de la escasez del agua potable?
Aunque faltan dos años para celebrar elecciones en Guerrero, no estaría por demás que, concretamente, el PRI fuera preparándose. Sería estupendo para su gobernador tener en la Legislatura próxima la mayoría de los legisladores de extracción priísta.
El descalabro recibido el domingo anterior no está como para postergar más la elección de un nuevo presidente del Comité Directivo Estatal de ese partido. Seguramente por stand by desde hace aproximadamente un año, en su lugar, se ha encontrado José Parcero López con el cargo delegado especial del Comité Ejecutivo Nacional al frente.
Lo ocurrido hace cuatro días tiene que asimilarse en este estado. A partir del domingo debe comenzar otra historia. Aquí perdió el PRI con Peña Nieto, y René Juárez Cisneros y Claudia Ruiz Massieu como candidatos al Senado en julio de 2012. Andrés Manuel López Obrador arrolló entonces con PRD.
Para la designación, bajo estas nuevas circunstancias políticas, no debe haber otra opción: tiene que ser afín más al gobernador y, naturalmente, capaz.
No debe estar evidentemente identificado a ningún grupo político más que a Héctor Astudillo. No sería un hecho raro, porque el gobernador en turno, del PRI claro, pone al dirigente estatal de su partido, para ir bajo una misma ruta.
Lo ideal sería un dirigente con espléndida relación con todos los grupos políticos. En Alejandro Bravo Abarca, actual jefe de la oficina del titular del Ejecutivo estatal, están casi todas las condiciones para serlo.
Mantiene un respetuoso y sano contacto con el senador Juárez Cisneros y Manuel Añorve Baños, actual secretario de Operación Pública del CEN, y todos los demás próceres políticos del mismo partido.
Hay quienes también voltean a ver a Constantino García Cisneros, presidente municipal de Cuajinicuilapa, por tener un parecido en esa situación, y aun a Mario Moreno Arcos, ex alcalde de Chilpancingo, por no pertenecer a ningún grupo, más que al suyo.
El PRI necesita darse oxígeno en los 81 municipios con nuevos comités, tanto municipales como seccionales, y en su estructura sectorial en todos los niveles, pero a la brevedad posible. En el mismo Chilpancingo no se conoce a su dirigente local.
Podría pensarse en la posibilidad de aprovechar la experiencia adquirida de Parcero López como delegado general del CEN. isidro_bautista@hotmail.com