La CNDH, ¿finalidad original extraviada?
Felipe Victoria
Cuentan que es “día de la Libertad de Prensa”, pero nada que festejar.
Hace 26 años, el prestigiado jurista y catedrático Jorge Carpizo McGregor comenzó la difícil encomienda del presidente Carlos Salinas de Gortari, presionado por los USA y Canadá para firmarle el TLC, siempre y cuando se hiciera algo por respetar las garantías individuales en México.
Para que no se oyera tan drástico, adoptaron la moda sueca del Ombudsman mencionando el concepto “derechos humanos”.
Se trataba de investigar de veras quejas y denuncias contra abusos policiacos y los tradicionales procedimientos de tortura como métodos de investigación para obtener confesiones.
El Ministerio Público estaba maniatado para aceptar denuncias contra policías malandrines; le daban vuelta a los quejosos diciéndoles que ante el juez penal hicieran valer sus inconformidades, pero que en los juzgados igual valían madres.
Los defensores aconsejaban a sus clientes que se dijeran torturados, pero se consideraban hechos distintos a la comisión de delitos por los que se les investigaba y sometía a proceso.
En sus inicios la CNDH solamente emitía recomendaciones, que eran como las llamadas a misa y las autoridades y funcionarios, a quienes eran dirigidas normalmente se pitorreaban de ellas, pues no eran vinculatorias ni coercibles.
La tortura, tradición de siglos en México desde la Inquisición y el Santo Oficio en el virreinato colonial, era imposible de la noche a la mañana por decreto erradicar esa práctica tan arraigada; entonces por lo menos había que hacer mucho ruido para tener contentos a Human Rights Watch y Amnistía Internacional.
Poco se quiso recordar aquella “Procuraduría de los Pobres” de Ponciano Arriaga en la época juarista
Como según reportes de instituciones extranjeras, Guerrero era de los sitios más álgidos en cuanto a violación cotidiana de garantías y derechos humanos, el visionario gobernador José Francisco Ruiz Massieu, cuatísimo de Jorge Carpizo, decidió implantar constitucionalmente en el estado una Comisión de Defensa de Derechos Humanos como coadyuvante de la CNDH, para que los agraviados no tuvieran que trasladarse hasta el DF a denunciar.
De común acuerdo se fijaron en las cualidades del abogado Juan Alarcón Hernández, para que en octubre de 1990 presidiera la Coddehum en Guerrero, pero tuvieron la ocurrencia de nombrarlo con carácter de “INAMOVIBLE”, olvidando fijar un plazo razonable para ejercer el cargo y se fue quedando y eternizando porque confundieron términos y lo dieron por VITALICIO, condenándolo a morirse con las botas puestas trabajando, sin derecho a liquidación ni jubilación. Lo sucedió Ramón Navarrete Magdaleno.
Bien pronto el ejemplo cundió en el resto de la República y nacieron ramificaciones de la CNDH, pero no cualquiera se atreve a desafiar a los gobernadores marcándoles errores ni abusos.
Los resultados fueron satisfactorios al inicio, como sea las corporaciones policiacas disminuyeron la incidencia de torturas, porque aunque sea perdían el empleo los acusados.
Lo malo es que como reacción contraria, los policías se dijeron inhibidos para actuar con energía contra malandrines y se disparó entonces la impunidad de la delincuencia a niveles insospechados.
Lo grave fue la proliferación de organizaciones no gubernamentales defensoras de derechos humanos, que algunas no eran más que ingeniosos despachos de abogados sin clientela, que pronto consiguieron patrocinios de mafiosos para defender a sus maleantes.
Las que se quedaron en el limbo y a la deriva fueron las víctimas.
Al principio la CNDH no podía intervenir en asuntos electorales, judiciales ni laborales, pero como el elefantito blanco fue creciendo como oportunidad laboral, había que tener ocupados a tantos empleados y entonces fueron encontrando variantes a capricho de los derechos humanos de esto y lo otro, para que al final anden entretenidos hasta dando pláticas donde sea.
En fin, nada en que Luis Raúl González Pérez no pueda fijarse y poner remedios, aprovechando las nuevas facultades adicionales legisladas a favor de la CNDH con funciones que al principio ni soñaban tener.
¿Qué habría sucedido por ejemplo cuando en 1995 les tocó investigar la masacre de Aguas Blancas? No se hubieran tardado casi nueve meses para tumbar del gobierno a Rubén Figueroa Alcocer; en cambio en el ayotzinapazo de Iguala, al mes ya estaba patitas afuera Aguirre Rivero y la CNDH ni siquiera tomaba cartas en el asunto todavía.
En fin, la CNDH debe modificar algunas cosas en busca de eficacia pronta, sin disimulo ni consideraciones políticas para nadie.
-¡Tilín, tilín!- Suena la campanita escolar.
-Maestra Pizarrina, ¿no se está tardando mucho la CNDH en determinar quién rayos es el “Patrón de Huitzuco”, al que se refieren testigos del levantón de vándalos normalistas en septiembre del 2014 en El Chipote?
-¡Shhh… cábrense cayones! La clave está en ver si en las actas no le aumentan un apodo más a un presunto, para darle el avión a personajes todavía intocables.
-Usted no afloje prenda si sabe algo impublicable, no se ponga en la mira y cámbiele de tema, teacher.
-Busquen en Youtube un video promocional a la historia de la Lady Heroína de Iguala.
-Aaarajo teacher, parece maldición para las mujeres guapísimas que se meten en política y en las mafias, como si fueran Cleopatras modernas. ¿Cree que alguien le quiera hacer su peliculita?
-Claro que sí, es una manera de agarrar tangencialmente el lío de fondo que fue que se descubriera el tráfico de heroína de Iguala hasta Chicago en contubernio con transportistas.