* Aquellos periodistas de la “vieja guardia”

* Raúl Cordero, con 79 años, es un roble

* 40 años de reportear y memorizar noticias

 

Jorge VALDEZ REYCEN

 

Camina y trota, a sus 79 años de edad. Sus bíceps siguen rígidos y su amplio torso es de un disciplinado atleta. Raúl Cordero Cordero, excorresponsal durante varios lustros de la agencia de noticias NOTIMEX en Acapulco, cumplirá 80 años de vida y cero reconocimientos a su trayectoria.

“No me hacen falta, ni los ansío”, dice con modestia el acapulqueño que marcó época en el periodismo porteño durante los 70’s y 80’s. Fue al lado de Xavier Cordero Muñoz y Manuel Ávila “El Búho” que formaron una trinca de periodistas acreditados. El primero como reportero-corresponsal en Taxco y el segundo, en la radiodifusora XECI de Acapulco, desde donde transmitían un noticiero que nada le pedía a los nacionales.

Raúl Cordero Cordero ahora vive de su pensión del ISSSTE, donde también fue jefe de prensa muchos años, con Mario Pintos Soberanis, entre otros directores. Hoy disfruta a sus nietos, a sus hijos y se da el gusto de caminar y trotar por las mañanas. Acude al mercado a realizar la compra de víveres y del periodismo le quedan grandes anécdotas, vivencias y una época dorada del diarismo porteño.

Como él, la “vieja guardia” del periodismo se ha ido extinguiendo, como la ley de la vida, inexorable y puntualmente. Sobrevivientes de aquellos días donde abrazar la pluma y acariciar las máquinas mecánicas eran el torrente interminable de noticias. Con aquella vieja guardia, se han ido a reportear al más allá muchos diaristas, convencidos de que la profesión informativa es un ejercicio interminable de ética y profesionalismo.

En aquella época no había FAP’s, ni internet, ni celulares. Era el reporteo in situ, en las calles, donde hubiera un hecho de interés colectivo, sea político, policiaco, social, económico o turístico.

De aquella vieja guardia, Arturo Escobar, Enrique Díaz Clavel, Andrés Bustos Fuentes, Arturo Villela Larralde, Abelardo Salinas Antúnez, Carlos Ortiz Ortiz, Bella y Edith Hernández Felizardo, Pedro Huerta Castillo, Rodrigo Huerta Pegueros, Reemberto, Antonio, Jorge y Donato Valdez Ortega, Humberto Tejeda, Gaudencio Valente Campos, Juan Huerta de la Cruz, Benito Sorio Nolasco, Rodolfo Salmón, Mauro Jiménez Mora, Tobi Bello, José María Severiano Gómez, Melánea Calderón,  Ignacio de la Hoya, Alfredo López Cisneros… muchos pero al mismo tiempo pocos.

Todos sembraron en campo fértil, a fuerza de impresión en papel y tinta su legado al periodismo, a su forma y estilo. Crearon fama por su integridad probada en la confianza de lectores y anunciantes.

El periodismo de aquella generación soñadora, valiente, irreverente, informó de los secuestros, homicidios y combates en la sierra entre el Ejército mexicano y la guerrilla de Lucio Cabañas Barrientos. De los plagios de Rubén Figueroa Figueroa, Vicente Rueda Saucedo, Jaime Castrejón Díez, Margarita Saad, la aprehensión de Sofía Celorio de Bassi por el crimen de su yerno, la muerte de Apolonio Castillo Díaz cuando buceaba y sufrió el estallido de sus pulmones, cuando buscaba a la pareja de turistas asesinados y sus cuerpos arrojados en el centro de la bahía, atados con piedras…

Época de oro de un periodismo crítico, sin tendencias político-partidistas, ni activismo ideológico como ahora, que corroe como ácido esa credibilidad de los lectores.

Han pasado 40 años de reportero. Se quedan en la memoria de un eterno quinceañero, pedaleando su bicicleta, atestiguando el tiempo y memorizando las noticias imborrables como los muertos de La Coprera, en Ejido; la muerte de Carlos Loret de Mola y Alma Rico, en un Mercedes Benz, modelo 1967, que se desbarrancó cerca de Vallecitos de Zaragoza, a una profundidad de 120 metros y las fotos se tenían que tomar, aunque se bajara a rappel… la matanza de Aguas Blancas, la primera cárcel clandestina descubierta a un exjefe policiaco en la colonia Galeana, la matanza de Huautla, en Tlacotepec…

La vieja guardia de aquel periodismo, obliga a la segunda y tercera generación de periodistas a no claudicar, ni entregarse a otros intereses que no sean la verdad, ética y pundonor.

Así se escribió la historia… SIN MEDIAS TINTAS.