Karmelynda Valverde
“Y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivias unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos, hombres con hombres y recibiendo así mismo la retribución a su extravío’’: ROMANOS 1:27.
Más lágrimas por Acapulco
Quiero ser lo más explícita, para que nadie se me atufe y me vayan a colgar la medalla de la homofobia y otros chunches. No, no, no, les aclaro, NO soy homofóbica, nunca lo he sido. Tuve un hermano gay, tengo primos y amigos gays y lesbianas. Así que porfis no desvaríen y saquen de contexto mis apreciaciones, cuando exprese lo que me es urgente expresar.
Mucho se ha hablado y particularmente soy una convencida de que el tejido social se rompe inicialmente, o comienza a romperse si así prefieren verlo, en el seno del hogar. Como padres, somos responsables hasta cierta edad no solamente de lo que nuestros hijos comen, visten y calzan, sino de lo que ven y de lo que alimentan su espíritu.
Influidos mediáticamente, nos convertimos en seguidores de Los Chapos Guzmán y las Barbies. Involuntariamente unas veces y otras veces con toda la intención, hacemos apología del crimen escuchando narco corridos y cosas peores, y en este contexto educamos a nuestros pequeños. Los Tucanes de Tijuana y otros tantos que cantan celebrando la ilegalidad, forman parte del ejemplo que en muchos hogares se da a niños y jóvenes. Quedé entumida cuando una nena cantaba en una fiesta familiar “Quiero amanecer coqueando”, mientras la parentela le celebraba la “ocurrencia”. Y después, a reclamarle al gobierno el despiporre cuando hemos contribuido a que éste llegue.
Y aquí no vale argumentar si se es creyente o inconverso. La escritura nos enseña que un pueblo donde se derrama sangre, está bajo maldición. Y en Acapulco, como en Chilpo, en los últimos tiempos se ha ido acumulando maldición tras maldición. Lo creamos o no, eso lo dice Dios en la Biblia y Él no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Pero resulta, que como si no fuera suficiente estas maldiciones provocadas por tanto derramamiento de sangre, en Acapulco se están poniendo de acuerdo para seguir provocando la ira de Dios.
La campaña esa que no recuerdo ni como se llama neta, pero incluye posters con dos hombres en tremebundo picorete y que aparecen a lo largo de la Costera y sus alrededores, atenta no solamente contra lo establecido por Dios, sino contra los principios de todo ser humano. Pero “tantito pior” se agrede violentamente la inocencia de los niños, por más que insistan en que “eso” encaja ya en la normalidad del siglo 21.
Me estrujó el espíritu ver el comentario de un padre de familia en un muro donde postearon el poster este de la parejita de varones besándose. El señor comentaba que se estaba agrediendo los valores familiares, pues su pequeño hijo de 6 años le había preguntado si era normal que dos hombres se besaran. Digo, y discúlpenme pero perdónenme ¿qué es lo que sigue en nuestra podrida sociedad? Si piden respeto a sus preferencias sexuales, por qué no empiezan por respetar los principios con los que se rige la sociedad. Deben hacer conciencia de que están agrediendo a una generación que apenas se desarrolla en sus primeros años de vida, con la inocencia propia de esta etapa. Dios ama a los homosexuales pero aborrece la homosexualidad, como ama a todos los pecadores pero aborrece el pecado. Acapulco no necesita sodomizarse, sino acercarse a Dios. Este nuevo embate demoniaco, entristece el alma y abre las llaves lagrimales. Pobre Acapulco, son demasiadas maldiciones con las que tiene que lidiar y le siguen cayendo encima estas.
¡Que papá Dios tenga misericordia de Acapulco!