Confesiones por tortura

 

Por Chanssonier

 

La tortura para lograr confesiones es tan vieja como la propia humanidad; un repaso a la historia no sacará de cualquier duda, dándonos a saber que se ha practicado desde siempre, a pesar que existen leyes que prohíben hacerlo. Tratando de terminar su aplicación, sobre todo por cuerpos policíacos pertenecientes al estado mexicano, con fecha 24 de abril de 1986 el Congreso de la Unión, aprobó una ley para prevenir y sancionar la tortura en este país, existiendo por desgracia numerosos testimonios que continúa aplicándose.

Hace algunos días la televisión metropolitana, dio a conocer como un grupo de militares le colocaron a Elvira Santibáñez, una bolsa de plástico en la cabeza, con el propósito que confesara un delito que se le imputaba; en otro reportaje los uniformados golpearon a un hombre, para que se declarara culpable de un hecho del que posiblemente no era responsable.

¡Quien lo creyera!. En España por órdenes de sus soberanos, fue establecido el Tribunal de la Santa Inquisición, siendo designado presidente el obispo Tomás de Torquemada; este torvo personaje había nacido en 1428 en Valladolid, muriendo en Madrid en 1498. La función de ese tribunal era castigar la apostasía y el judaísmo, muriendo en la hoguera decenas de personas. En la Nueva España para este mismo cargo se nombró al arzobispo Pedro Moya de Contreras.

A pesar que este tribunal canceló sus funciones, antes de la independencia de México, sus raíces se habían introducido honda y profundas, tanto así que hasta nuestros días, los tormentos inquisitoriales continúan practicándose, sobre todo en los cuerpos policíacos, porque existen numerosas referencias de continuar con tan reprobables prácticas, las que no han podido erradicar las Comisiones de Derechos Humanos.

 

Sin nada del pasado

 

A diferencia de otras capitales de los estados, las que se distinguen por la edificación de palacios y residencias, que guardan todo género de comodidades para sus propietarios, aquí no los hubo, por ser habitado de manera natural por gentes escasamente adinerada, siendo esto el motivo para que las construcciones no guardaran lujos. Además los recurrentes temblores fueron un obstáculo, para levantar edificios costosos que un sismo, podría acabar con ellos en cuestión de minutos.

Actualmente mucho ha cambiado la construcción de los inmuebles, los que generalmente no son de muchas plantas. Actualmente no existen edificaciones del siglo XIX o anteriores; los que estaban en pie fueron demolidos por la piqueta. En la esquina de Morelos y Juárez estuvo la casa de doña María de Jesús Nava, siendo en ese lugar en donde el cura Morelos encabezó las sesiones del Primer Congreso de Anáhuac, tirándosele para levantar la escuela que llevó tal nombre, cuando pudo hacerse en otro lado, porque entonces había muchos terrenos para tal fin.

En el centro también se tiró la casa del general Nicolás bravo, para agrandar la plaza cívica. La ciudad se distinguió por tener casas de palma en sus orillas, las que el tiempo se encargó de desaparecer.

La capital guerrerense jamás podrá ser una ciudad de elevados edificios, porque los constantes temblores son una permanente amenaza para que pudiera tenerlos.