Jorge VALDEZ REYCEN
- Guerra sucia de mentiras de CETEG
- SEG miente en cifras, acusan disidentes
- Ayotzinapos violentos cumplen amenaza
Según el dirigente de la comisión política de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación (CETEG) en Acapulco, Walter Emmanuel Añorve Rodríguez, las autoridades educativas mienten respecto a la asistencia de maestros a la evaluación docente.
Ufano, retador, desafiante, dijo que “de seguir empecinados (los de la SEG) en esta situación sólo conseguirán la polarización (sic) del estado de Guerrero”. Empero, en el colmo de las contradicciones (a las que ya nos acostumbraron estos sedicentes mentores) indicó que no fueron más de 500 profesores los que cumplieron con la aplicación del examen, como asegura la SEP, sino que sólo 356 maestros sí la hicieron.
Y finalmente dijo que la evaluación docente “es un fracaso esta farsa”.
Esa es la guerra sucia verbal, mediática, instrumentada por la CETEG ante la ausencia de otros argumentos, explicaciones o justificaciones para no evaluarse en sus conocimientos docentes. Es la descalificación de un grupúsculo minoritario, que a todas luces pretende ensuciar y minimizar avances alcanzados.
Ya es un hecho que gente encapuchada identificada con la CETEG y con estudiantes Ayotzinapos –así los conocen por vándalos, violentos y radicales— reinicien sus juegos de guerra de guerrilla, tal como lo anunció Vildulfo Rosales Sierra ante noticiarios nacionales radiofónicos y televisivos. Fue la voz de mando, la del cuestionado abogado de los padres de familia de los 43 normalistas desaparecidos, quien amenazó con reactivar las movilizaciones (eufemismo ramplón y cínico), cuando sabemos que se trata de secuestro de autobuses de pasajeros y saqueo de camiones con alimentos que circulan en la autopista del Sol.
Es la violencia como forma de lucha de quienes han usado a Ayotzinapa como crisol de una expresión antisistémica, opositora a los gobiernos. Y en esta tesitura, han roto la etapa de la negociación, cuando no han obtenido lo que a sus intereses convenga.
Ausente está en ellos la credibilidad de una sociedad civil que los mira con recelo, sin simpatías. Que los ubica como revoltosos, pendencieros e incendiarios. Usados como carne de cañón, para satisfacer apetitos políticos que nada tienen qué ver con asuntos del magisterio, ni luchas sociales.
Ayotzinapa sembró una semilla para que germine –según ellos— una revolución mexicana. Derrocar el régimen de Enrique Peña Nieto es otra de las intenciones, quizá patrocinadas por el mesiánico Andrés Manuel López Obrador, metido hasta los codos con la CNTE de la sección 22 de Oaxaca y no sería descabellado que también estuviera detrás de la CETEG y los encapuchados itinerantes.
La mezcolanza de una guerra contra la reforma educativa y los 43 desaparecidos de Iguala era el coctel “molotov” perfecto que se engendró en la mente de alguien que quiere ver a México inmerso en el caos, la anarquía y el desmadre institucional (¿se acuerdan de “al diablo con las instituciones”?). No hay otra explicación a la necedad y obcecación que han demostrado los grupos antisistémicos y particularmente su odio, resentimiento y animadversión a Peña Nieto.
Un orate no puede poner de cabeza a un país. Ni tampoco un puñado de mercenarios, fanáticos, que lucran con las coyunturas sociales de mayor efervescencia y hasta crean condiciones y escenarios para librar sus batallas por el poder. Es la lucha del poder, por el poder.
Nos leemos mañana… SIN MEDIAS TINTAS.
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