* Los Mensajeros de la Iglesia

* Garfias y Rangel: controversias

* La violencia, polariza al alto clero

 

JORGE VALDEZ REYCEN

 

Monseñor Carlos Garfias Merlos, arzobispo de Acapulco y cabeza visible de la Pastoral Regional del Sur que aglutina las Diócesis de Ciudad Altamirano, Tlapa de Comonfort, Chilpancingo-Chilapa y el arzobispado porteño, pidió tregua a los grupos delincuenciales con motivo de la semana de Pascua.

Petición angustiosa, desesperada, la del prelado Garfias que revela no sólo el nerviosismo de las altas esferas de la Iglesia Católica por el grado de descomposición social que generan los atroces asesinatos perpetrados por grupos criminales, sino la ausencia de humanidad y crueldad de la que hacen gala.

Salvador Rangel, obispo de la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa, oriundo de Michoacán, ha sido más seco, cortante y hasta desafiante en condenar actos impropios de un ser humano. Con adjetivos más sobrios, pero igual de reprobatorios, ha usado un lenguaje de condena y severidad contra de aquellos que cometen delitos de alto impacto social.

Monseñor Rangel ha sido duro, inamovible en su condición de respeto a la vida como premisa fundamental. Sin embargo, no hay afinidad en la forma y fondo del arzobispo Garfias, que conoce la región de la Tierra Caliente de Guerrero y Michoacán, ya que fue Obispo de Ciudad Altamirano… lo mismo que Raúl Vera López, que ahora está en Saltillo, Coahuila.

La iglesia ha sufrido pérdidas de vidas de sacerdotes que en su ministerio de fe, esperanza y caridad han desafiado las reglas impuestas a balazos por quienes aparentemente sí tienen creencias pagano-religiosas, o al menos han dado muestras de adorar a la santa muerte, a Malverde y a San Judas. Y hacia ellos es un mensaje desesperado de que cesen esos ajustes de cuentas intestinos.

Mensajeros de la Iglesia como Garfias y Rangel han sido otros altos prelados del clero que no se doblegaron a regímenes totalitarios, como el obispo Jorge Bergoglio, en Buenos Aires, durante el golpe de Estado en Argentina que obligó al exilio a Perón y Evita, su esposa. Hoy no hay trasfondo ideológico, sino monetario. El tráfico de drogas, las extorsiones, secuestros persiguen un lucro, obtención de dinero.

Mientras uno casi implora la tregua y cese de hostilidades, otro condena con énfasis y sin suavidad los excesos de una sinrazón que lleva al luto, desolación y tragedia a cientos de familias que han sido víctimas.

En los extremos, la violencia los polariza. En ambos argumentos, las voces de los violentos son el eco de balaceras y ahora ejecuciones. No hay interlocución, ni visos de escucharse.

Girolamo Prigione, nuncio de El Vaticano en México, fue intermediario entre los hermanos Arellano Félix, del Cártel de Tijuana, con el gobierno federal de Carlos Salinas de Gortari. Los narcotraficantes más buscados querían decirle al presidente que ellos no habían ordenado matar al cardenal de Guadalajara, Juan Jesús Posadas. El papel del Nuncio Prigione como representante papal en México, fue inédito, como insólito en aquella historia.

Nos leemos, SIN MEDIAS TINTAS.