Comerciantes en el zócalo

 

Por Chanssonier

 

A diferencia de hoy que las autoridades municipales, prohibieron que comerciantes ambulantes se establecieran en la plaza cívica, en el pasado había refresquerías en donde se podía disfrutar de inigualables aguas fresas, preparadas con frutas de la temporada. Allá por 1940 estaban asentadas en el predio del ahora el ex ayuntamiento; se bebían refrescos embotellados, inclusive bebidas espirituosas. Eran dos los negocios allí establecidos; uno atendido por las hermanas Morales, en tanto el otro por Chuchita Adame Pineda.

En su momento se dijo que a este local se le prendió fuego, porque su propietaria era decidida partidaria del general Juan Andrew Almazán, candidato del PRUM a la presidencia de la república, llevando como adversario al general Manuel Ávila Camacho, postulado por el Partido Nacional Revolucionario (PNR). Se señaló como autor al dirigente estatal de la CTM, Alfredo Córdoba Lara, sin que hubiera probanza en lo que se decía. Al lado norte de la iglesia de la Asunción tuvieron su refresquería, dos sobrinas de don Taurino Méndez, la que más tarde quitaron para ir a radicar a la ciudad de Taxco de Alarcón.

Durante muchos años fue doña Chona Chavelas, la aguafresquera más famosa; de sus diestras manos salían estupendas preparados de plátano, mamey, sandía, papaya, piña; su fama llegó hasta el palacio de gobierno, el tribunal de justicia y la cámara de diputados, en donde sus más altos funcionarios saborearon lo que preparaba, que al mismo tiempo les ausentaba la sed. Cierto día cuando doña Chona pretendió cruzar la avenida Guerrero, un automovilista la atropelló causándole la muerte. Ella que tarde con tarde le llevaba flores a su difunta madre, fue sepultada a su lado para estar juntas en el más allá.

En la zona perimetral norte estuvieron ubicadas por más de medio siglo, los puestos de aguas frescas de doña María Visoso y sus hijas Lola Calvo y Enedina Estrada. La primera preparaba una agua de limón de un exquisito sabor, agregándole pedazos de hielo para acabar con su ingestión el calor del medio día. Aparte vendía lo mejor de las frutas de la temporada. Lola estaba junto a su señora madre; lo que expendía siempre era de calidad reconocida. Enedina estaba más al poniente, lo que expendía era de buena calidad porque tenía la preferencia de la clientela, la que por muchos años la tuvo cautiva.

Alrededor del zócalo solían prestar sus servicios los aseadores de alzado, a los que las gentes llamaban simplemente boleros; de aquella docena de hombres que solían ofrecer sus servicios, aún continúa en actividad Francisco Arroyo, quien desarrollando esta tarea logró formar a sus hijos, quienes son profesionistas en distintas especialidades. También se dedicó a la cantada, actividad que hace algún tiempo la dio por concluida, no la de lustrador de calzado que aún sigue ejerciendo.

A partir de 1964 cuando se construyó la plaza cívica, con la unión de los jardines “Cuéllar” y “Bravo”, quedó prohibido el comercio semi fijo y el ambulante. Las aguas frescas la expenden ahora en el portal del antiguo ayuntamiento, sin la clientela que antes tuvieron.

Los hoteles “Treppiedi” y “Bravo”, lugares referentes de la ciudad, fueron demolidos hace un medio siglo; el primero para levantar en su lugar el tribunal de justicia, el otro para la ampliación de la plaza cívica. Aquellos personajes que antaño le dieron vida, fuera de Arroyito, se han ido con el correr de los años.