* A tres años de que la inundación del Río Chiquito destruyó buena parte del pueblo, en esa comunidad aún esperan la ayuda de las autoridades para evitar otra tragedia

 

ALONDRA GARCÍA

 

En el poblado de Agua Hernández la calma no llegó tras la tormenta. Han pasado casi tres años, pero Eloy Romero Carbajal aún revive el infierno cuando cierra los ojos.

El comisario de este pueblo ubicado en la sierra de Chilpancingo recuerda la tragedia con claridad. Era 14 de septiembre de 2013 cuando comenzó a llover, primero como una llovizna, después como un torrente que caía desde el cielo e inundaba el suelo.

No estaban preparados para lo que venía, ninguna autoridad les avisó. Las tormentas tropicales ‘Ingrid’ y ‘Manuel’ se combinaron para dejar caer sobre Guerrero un verdadero diluvio.

Nunca antes la lluvia fue tan fuerte y tan prolongada. El Río Chiquito, que cruza el pueblo, se volvió inmenso y cambió su curso. Corrió cuesta abajo con una violencia inaudita y partió por la mitad al pueblo de Agua Hernández.

La escuela primaria, el kínder, el centro de salud, la cancha y decenas de casas desaparecieron bajo la inmensa fuerza de su caudal.

Tres días después, el 17 de septiembre de 2013, la lluvia se detuvo y el sol volvió a brillar. Sin embargo, aquí la calma no llegó tras la tormenta.

El río no sólo mutiló al pueblo, también arrastró la esperanza y la vida de los pobladores.

La gente se organizó. Una brigada partió a pie hacia la cabecera municipal de Chilpancingo. Caminaron durante un día y media noche para llegar y esperaron afuera del ayuntamiento a que amaneciera.

La gestión fue insistente. La ayuda fue lenta.

La mitad del pueblo se fue. Tomaron las pocas cosas que pudieron rescatar de sus casas y se fueron a un predio más abajo. Ahí crearon otro pueblo: Renacimiento de Agua Hernández.

La mitad del pueblo se quedó. En tres años han tratado de recuperar sus vidas. Reconstruyeron la cancha de usos múltiples y lograron que el anterior gobierno municipal reconstruyera el centro de salud y el kínder.

Pero la vida no es la misma.

“Todo cambió, nuestras vidas cambiaron por completo. De momento no te acostumbras y no aceptas que las cosas son así, de verdad fue difícil aceptarlo. Pero al final de cuentas aquí estamos, aunque ya nada es lo mismo”, cuenta el comisario de Agua Hernández, Eloy Romero Carbajal.

Ayer, el comisario se reunió con el alcalde de Chilpancingo, Marco Antonio Leyva Mena. “Ayúdennos, nos falta reconstruir la escuela”, fue el primer planteamiento que le hizo.

Tras la devastación de las tormentas ‘Ingrid’ y ‘Manuel’, poco más de 60 niños toman clases en un aula improvisada de madera.

La promesa del alcalde fue reconstruir la escuela primaria dentro de un mes, algo que ninguna autoridad hizo en los pasados tres años.

Pero Eloy Romero Carbajal también pidió la ayuda de las autoridades para contener al monstruo de agua. El Río Chiquito sigue creciendo y ya no regresó a su cauce original.

“Seguimos en peligro, el río le sigue quitando trozos al terreno. En tiempo de lluvia sentimos miedo”, reconoce el comisario.

Por ello, pidieron la intervención del alcalde para que gestione ante el gobernador Héctor Astudillo Flores la construcción de un muro que impida una segunda devastación.

El comisario advierte la cercanía del periodo de lluvias. El canto del Río Chiquito podría convertirse, otra vez, en un golpe devastador.