Por Felipe Victoria Zepeda

 

Fragmento siguiente…

 

Capítulo 5. Solo los muertos tienen perdón:

 

“Ahora sí, ese maravilloso Acapulco que desde chamaco le encantó y donde algunas aventurillas de joven corrió, dejaría de ser para él la distracción de fin de semana o sabrosas vacaciones favoritas cuando fue casado. Tendría que comenzar a conocerlo desde otro ángulo diferente, desde las entrañas mismas del Municipio más codiciado de Guerrero, con todas las que pasan quienes nacieron o radican ahí.

Para comenzar, lo difícil de lograr ser aceptado por los lugareños en calidad de “chilango” que no llegó de turista nada más, sino según algunos a quitarles tal vez un empleo a los de ahí; del que muchos recelan y murmuran, al que algunos le ponen trabas o ven la manera de estafarlo, al que pocos le abren de corazón sus puertas con sinceridad y desinterés.

Mientras hay ahorros o dinero para intentar poner algún negocio pequeño aunque sea, no hay problema realmente. Si se es pensionado o jubilado tampoco, igual si desde fuera se recibe algún sueldo, rentas o regalías.

A la mayoría de acapulqueños les interesa que la gente vaya a hacerles consumo, a invertir o a darles, no a quitarles ninguna oportunidad ni a hacerles competencia en nada; mucho menos a querer enseñarles otras costumbres diferentes, ni a trabajar más o mejor que los demás.

El periodista aguerrido, ahora estaba virtualmente como escondido por un tiempo, en calidad de ermitaño en el paraíso guerrerense del Pacífico mexicano. Sus familiares más cercanos lo visitaban con la frecuencia posible o se comunicaban vía fax, por aquello de las líneas telefónicas espiadas que resultan tan indiscretas sin que la gente se dé cuenta.

Antes del fin de año lo sorprendió escuchar en el auricular la voz tan conocida de un viejo agente de la DEA, miembro de la Operación Leyenda con oficinas en el Federal Building de Los Ángeles, California.

—¡Hellow Fifty ou nine!

—Caray Toño G., ¿cómo rayos diste conmigo pues?

—Para nosotros detectar números telefónicos y desnudar a una borracha es igual de fácil.

—Oye camarada, ¿y ahora por qué no me dijiste por mi nombre como siempre, sino eso de Fifty ou nine?

—Es que aprende que desde lo que pasó en la Corte Federal, haz de cuenta que te moriste y ya no debes existir para muchos.

—Ya supe la bola de chismes, rumores y versiones que han corrido sobre mí en el D.F. Toño G… ¡qué poca madre!, no faltan quienes dicen que me hice millonario y me largué a vivir en Europa o me quedé allá en tu Gringolandia.

—Mejor para ti que se imaginen eso, para que no te busquen luego luego.

—Mira amigo, con lo que pasé por allá y con las autoridades de aquí ya tuve suficiente; me dejaron colgado de la brocha a la mera hora y sigo esperando el apoyo prometido por el régimen anterior.

—Pues de eso mejor olvídate Fifty ou nine. Date de santos que tu hija, tus hermanas, tu madre y tú están vivos; ni te imaginas como son las venganzas del Cartel del Golfo y los mafiosos tamaulipecos.

—¡No la chingues Toño G.!, desde lo que me mandaron del periódico a investigar aquí respecto a los Ruiz Massieu, fui descubriendo la importancia que tienen los inversionistas de Tamaulipas en estos rumbos, como aquel Abraham David Rubio Canales, al que Mario como subprocurador quiso culpar del asesinato contra José Francisco apenas a finales de septiembre.

—Mira mano, para que no le des muchas vueltas, acuérdate que el mero jefazo del Cartel del Golfo sigue siendo el tamaulipeco-texano Juan García Ábrego, ni más ni menos que el protegido consentido del Clan Salinas de Gortari.

—Oye Toño G., pero ese Clan de Agualeguas acaba de entregar el poder presidencial en México.

—Pero García Ábrego sigue tan campante con todo y que anda de prófugo, pero más cerca de lo que te imaginas tú y el Búho Lalo Valle.

—Pues a mí me valen gorro los negocios ajenos; yo nada tengo que

ver con sus trastupijes y manejos.

—Sí Fifty ou nine, nada más que no se te olvide que al que tuviste

como procesado en la Corte Federal, también es tamaulipeco-texano y muy su amigo, casi compadres o hasta socios quizá.

—Pues de todos modos a mí me vale, nada tengo que ver con ninguno. Si la PGR o mi gobierno con el tuyo tuvieron algunos arreglos por cuestiones políticas, a mí nada más me utilizaron de su pendejo finalmente; ya no quiero broncas y me pienso quedar a vivir aquí en santa paz a escribir algún otro librito, poner un changarrito y rehacer mi vida.

—Pues te aconsejo que no te confíes mucho. De todos modos recuerda que las águilas tienen excelente vista desde lejos y la de la DEA mucho más, tenemos algunos agentes en Acapulco.

—¡No quiero nada con nadie Toño G.!

—De todos modos, estás en la mira de algunos y en la mirada de nosotros; ándate con cuidado y cualquier cosa que se ofrezca avísame.

—Gracias, pero yo a lo mío. Seguiré con mis columnitas a través del fax en los periódicos que trabajan con mi agencia Lemus de México.

—Pues no se te olvide que las cosas no terminaron totalmente en la Corte Federal; en cualquier momento te van a estar citando nuevamente, porque ese proceso era parte de otros mucho más importantes que siguen preparando”.