Día del amor y la amistad
Por Chanssonier
Desde hace algunos años el 14 de febrero, día de San Valentín, se viene festejando entre nosotros el Día del Amor y la amistad, fecha que sirve para hacerse regalos mutuos, dando entender de tal manera expresiones diversas, en donde los buenos sentimientos se conjugan. Este festejo que cada día gana más adeptos entre la población mexicana, llegó procedente de los Estados Unidos en donde se instituyó en los años cuarenta del siglo pasado.
Amor es sentimiento que inclina al ánimo hacia lo que se place, como por ejemplo a la belleza y otras pasiones del sexo, entre un hombre y una mujer; en lo tocante a la amistad es el cariño que se le tiene a personas que son afines a otorgarla también.
Si antes no lo fue, actualmente la fecha se ha vuelto comercial sobre todo, recurriéndose a infinidad de negocios para comprar algún regalo, para mujeres en edad de merecer, a quien se le obsequian perfumes sobre todo; si se trata de casadas se les invita a algún restaurante al disfrute de algún exquisito platillo. Féminas por su lado regalan a su contraparte relojes, camisas y artículos de uso diario. Para ellas nunca falta un ramo de exquisitas flores.
La amistad es una expresión de cariño entre las personas; muchas veces un abrazo es más apreciado que un regalo, cuando existe sinceridad al ofrecerla.
El Café Oriental
La comunidad china en esta ciudad ha sido escasa a través de los años; a finales de la década tercera del recién pasado siglo, solo hubo una familia del país asiático; se trató del laborioso don Nicolás Wong, quien en la esquina poniente de las calles Guerrero y Galeana estableció el “Café Oriental” único entonces de ese género en la capital estatal.
Dicho negocio ocupó una casa con techo de teja manil, la que fue pasto de las llamas; en su momento se comentó que una cocinera no tuvo el cuidado de apagar un brasero cuando se retiraba, ocasionándose el incendio que consumó todo el negocio , ya que la madera es un material fácilmente flamante.
El señor Wong que se había ganado el cariño de la población, por el respetuoso trato que le daba a su clientela; enseguida de ocurrirle tamaña desgracia, fue apoyado en su pasajera desdicha, recolectándose entre los habitantes de la ciudad, algún dinero para el reinicio de sus actividades.
Por haber quedado el café totalmente arruinado, don Nicolás lo restableció en la esquina de Abasolo e Hidalgo, siempre con éxito comercial. Debido a su avanzada edad fue presa de varias enfermedades, las cuales le llevaron a la muerte. Debido al crecimiento poblacional, el “Café Oriental” fue trasladado por su viuda señora Flumencia Castro, al término de la avenida Guerrero, frente a la glorieta en donde por muchos años estuvo la estatua, levantada en homenaje a don José María Morelos y Pavón.
Después de muchos años de funcionamiento el café cerró de manera definitiva su puerta, acabando de tal manera sus muchos años de servicio.