* Amenaza a periodistas

 

Isaías Alanís

 

En un estado pulverizado en sus estructuras, en momentos álgidos y de crisis surgen hechos de lesa humanidad, crímenes, desapariciones masivas, como en el cono sur durante la década de los setentas en que las oligarquías arremetieron contra la inteligencia y una oposición propositiva en un estado democrático.

Los lejanos días de Uruguay, Argentina, Chile, Republica Dominicana, por citar solo a los más emblemáticos, es una herida que no sana y tal parece que resucita en Venezuela que mantiene a decenas de presos políticos en condiciones oprobiosas, entre ellos a Leopoldo López, quién cuando se entregó a la policía dijo: “Si mi arresto permite a Venezuela despertar definitivamente (…) mi encarcelamiento valdrá la pena”. Y que escogió la cárcel por encima de la clandestinidad o el exilio.

En los setentas la bota militar acabó con el proyecto de la Unidad Popular de Chile con el asesinato de su presidente Salvador Allende. En el cono sur la desaparición, asesinatos, crueldades, torturas a intelectuales, pensadores, periodistas y artistas comprometidos, fue el pan sangriento de cada día.

Recientemente fue dada a conocer la lista de médicos chilenos que antes y después de la tortura advertían a los prisioneros lo que les pasaría, primero para amedrentarlos y después mantenerlos con vida para que la tortura continuara.

En México, que vivió episodios golpistas que terminaron con la vida de Madero y Pino Suárez, alterando el decurso de la Revolución, de esos años a la fecha los indígenas, campesinos, obreros, luchadores sociales y un candidato a la Presidencia han sido ultimados, desaparecidos o encarcelados.

Y en este tiempo mexicano de violencia, nace otra historia, la de los periodistas asesinados, y no voy a dar la cifra. Lo acontecido en Veracruz con la reportera Anabel Flores, quien fue sacada de su casa, torturada y asesinada. Una madre que deja en la orfandad a dos hijas, es un atropello mayúsculo y un crimen que nos debería de escandalizar.

Pese a que las autoridades se valen de mensajes de la red para intentar desviar la atención o centrar el asesinato en una sola línea de investigación, que como tal y en el caso de periodistas y luchadores sociales, nunca se permite ver el final.

Precisamente en este caldo que arde, surge la agresión del exdiputado y expresidente municipal de Acapetlahuaya, municipio de la Tierra Caliente de Guerrero, al corresponsal del semanario Proceso Ezequiel Flores Contreras. El perredista Roger Arellano Sotelo lo amenazó de viva voz y delante de decenas de reporteros afuera del Congreso del Estado en Chilpancingo.

La torpeza de este hecho es turbadora; Arellano Sotelo acercó su vehículo al lugar donde los reporteros protestaban por el crimen de la periodista veracruzana Anabel y, en ese momento de coraje y rabia de los comunicadores, bajó los vidrios para dirigirse a Flores Contreras, a quien agredió verbalmente.

Llama la atención que las palabras vertidas por el exdiputado son análogas a los mensajes que la delincuencia se merece entre ellos. Palabras cargadas de violencia y amedrentamiento, bien parece una copia al carbón de los textos que colocan en puentes y lugares visibles en avenidas, y centros urbanos transitados donde le envían mensajes a los corporativos opositores.

Guerrero, al igual que otros estados, es una entidad rural donde convergen estilos de vida distintos y mundos simbólicos paralelos. El machismo, la hombría mal encarada y el despilfarro del alter ego de algunos guerrerenses que sueñan con ser un cacique tradicional y, en la actualidad, un sicario de moda.

Miles de hombres y mujeres y algunos políticos tienen una fijación por el mundo de estos personajes. Lo cantan en corridos, vestuario, fiestas. Hay un fenotipo moderno inoculado en muchos paisanos. Y sobre todo en actitudes, poses y demostración de fuerza y ejercicio de la violencia.

Lo hecho por Roger Arellano se mueve en ese escenario, copia, utiliza, se cuelga de un lenguaje que se ha convertido en paradigma de forajidos. Tal vez sin ser consciente de su magnitud viniendo de un político del sol azteca y de un ex diputado y presidente municipal. Lo dicho en una manifestación de protesta por la muerte de una periodista, tiene una mayor carga de violencia. Roger Arellano no solo amenazó a Ezequiel Flores en presencia de comunicadores que así lo constatan, fue una amenaza para el gremio periodístico.

¿Qué resorte impulsó a Roger Arellano para hacer una demostración de poder enfrente de los comunicadores que protestaban por el asesinato de Anabel Flores Salazar?

Ezequiel Flores es un periodista honesto que debe tener un archivo impresionante e información del mismo gobierno sobre los personajes que se mueven en el bajo mundo del negocio de las drogas, es el encargado de cubrir la peligrosa fuente del narcotráfico en Guerrero del semanario Proceso.

Lo que publica Ezequiel, pasa por el tamiz de los mejores periodistas de México que hacen el semanario. Ya otros personajes lo han cuestionado como el hermano del cantautor Manuel Figueroa, Federico de los mismos apellidos. El ex presidente del Congreso local de Guerrero, Bernardo Ortega y otros personajes.

A Roger se le podría aplicar el “¿perdónalo porque no sabe lo que hizo?” ¿O estamos ante un hecho paradigmático y en el México de los miles de muertos, amenazar a un taxista, a un médico, a un periodista forma parte ya de una cultura de la muerte?

Habrá que esperar, que tanto los órganos nacionales y estatales del PRD fijen una posición al respecto, y que el propio Roger Arellano Sotelo aclare los hechos, porque en la amenaza a Ezequiel Flores, subyace una amenaza directa al gremio periodístico.

 

DE REOJO

El conflicto en Morelos entra en otra fase y el plantón comandado por el rector Alejandro Vera se trasladó al Congreso local. Los legisladores tendrán que ponerse las pilas, al movimiento estudiantil por la dignidad, se han sumado decenas de organizaciones civiles. Habrá que esperar que el pliego petitorio se cumpla y cese la violencia.