Almolonga, principio del fin

 

Por Chanssonier

 

La ambición de poder gobernar México, después de 10 años de luchas contra la corona española a la que estaban sujetas estas tierras, condujeron primeramente al emperador Agustín de Iturbide a abdicar, para más tarde acabar sus días frente a un pelotón de fusilamiento; además de ser prácticamente borrado su nombre en las páginas de la historia patria. Su ambición por el poder fue la causa de su desgracia, porque pretendió acabar con quienes lo llevaron al trono del efímero imperio mexicano, renunciando ante el Congreso federal el 19 de marzo de 1823, al poco de ser derrotado su ejército por el combinado por los generales Vicente Guerrero y Nicolás Bravo, quien el 13 de enero de 1823 prácticamente deshicieron sus fuerzas en la batalla de Almolonga, en el hoy municipio de Tixtla, las que encabezaba José Gabriel de Armijo, encarnizado enemigo de la insurgencia.

Enseguida de conocer la rebelión en el sur en contra su despótico imperio, ordenó a su ejército los combatiera hasta su exterminio; para el caso envió una bien equipada tropa, siendo segundo en el mando el general Epitacio Sánchez. En la refriega resultó gravemente herido el general Vicente Guerrero, a quien una bala le dañó un pulmón, siendo auxiliado por un grupo de sus subalternos que lo pusieron a salvo. Como cada vez era mayor la resistencia de los atacados, el general Armijo ordenó levantar su campamento, retornando a la ciudad de México.

Conocido el descalabro sufrido por los imperialistas, el 2 de marzo de 1823 el general Antonio López de Santa Anna, al mirar la resistencia de Iturbide para dejar el poder, encabezó el Plan de Casa Maga, cuyo fin era la abdicación del soberano que se resistía llevarla a cabo, la que efectuó el 24 de marzo de 1823. Esto precipitó las cosas por lo cual Iturbide, se miró precisado a renunciar, reinstalando a los miembros del Congreso como una tabla de salvación, lo que no ocurrió. Esta tardía medida no logró salvarlo, por lo que tuvo que salir al destierro, pidiendo ser acompañado hasta Veracruz por el general Nicolás Bravo.

 

Traición al general Guerrero

 

Los antiguos realistas nunca se conformaron con la independencia de México, recurriendo hasta el asesinato para dar a conocer su descontento. Después de verse obligado a dejar la presidencia del país, el general Vicente Guerrero se radicó en el puerto de Acapulco.

Viejos soldados españoles y nacidos en México al servicio de la corona, tramaron acabar con el invencible soldado insurgente, por lo cual a cambio de 50 mil pesos, lograron que el marino genovés Francisco Picaluga, dueño del bergantín “Colombo” lo apresara.

Para el caso invitó al consumador de la independencia, a comer a bordo de su nave; cuando estuvo allí lo apresó para enseguida entregarlo a sus enemigos, quienes el 14 de febrero de 1831 lo fusilaron en Cuilapan, en el hoy estado de Oaxaca.

Por sus incontables merecimientos, el Congreso Federal acordó ponerle el nombre de Guerrero, al estado que en el pasado fue el campo de sus batallas. Quienes ordenaron su fusilamiento la historia patria los menciona por su traición, no por sucesos que los hicieran merecedores de tal distinción.