Ignacio M. Altamirano

 

Por Chanssonier

 

Escasas son las personas que reúnen tantas cualidades, como en el caso del maestro Ignacio M. Altamirano Basilio, quien fue destacado escritor, orador, poeta, periodista y militar, a cuyos esfuerzos el gobierno federal creó la Escuela Nacional de Maestros, para que quienes ejercieran esta profesión, no fueran autodidactas como hasta antes lo eran.

Nacido en la ciudad de Tixtla el 13 de noviembre de 1834, era magnífico estudiante que ganó una beca para continuar sus estudios, en el Instituto Literario de Toluca, capital del estado de México; allí cursó la carrera de derecho, la que concluyó en el Colegio de San Juan de Letrán en la ciudad de México. Interesado en la política apoyó el Plan de Ayutla, encabezado por el general Juan Álvarez.

Pronto el mundo de la intelectualidad conoció su nombre, convirtiéndose en un escritor cuyas novelas eran reclamadas por el interés que despertaron, entre otras Navidad en las Montañas, El Zarco, Clemencia; editó periódicos como el influyente Siglo XIX. En el poema al río Atoyac dejó mirar su noble sentimiento por lugares del amado terruño.

Cuando miró a su patria en peligro al ser invadidas por tropas francesas, que sentaron de manera efímera en el trono al emperador Maximiliano, no dudó en tomar las armas al servicio de la patria.

Recobrada la paz el maestro Altamirano retornó a sus actividades de siempre; fue durante más de medio siglo el máximo exponente de la literatura mexicana. Agobiado por la ictericia se le designó cónsul en Francia; como la enfermedad se le recrudeció, partió a San Remo, Italia, en compañía de su esposa en donde murió en 1894.

Para tenerlo en permanente presencia, numerosas calles de diversas poblaciones llevan con orgullo su nombre.

 

La carretera México-Acapulco

 

En el curso del virreinato Acapulco fue un puerto de intenso tráfico comercial; por disposición de la corona española era el único que recibía barcos de otras naciones, entre otras de las islas Filipinas a través de la Nao de la China. De la América del sur el tráfico se efectuaba desde Guayaquil. Lograda la independencia de México, su actividad comercial quedó prácticamente paralizada. En 1841 durante uno de los gobiernos encabezados por el dictador general Antonio López de Santa Anna, se proyectó construir una carretera que uniera a la ciudad de México con el puerto del Pacífico, lo que jamás logró hacerse realidad.

El invento del automóvil en la séptima década del siglo XIX, ocasionó la construcción de carreteras. En cuanto se refiere a este renglón, el gobierno estatal encabezado por don Agustín Mora, se dio a la tarea de comunicar a Chilpancingo con Iguala, para conectarla con el ferrocarril, que recién había inaugurado el presidente general Porfirio Díaz.

El movimiento revolucionario ocasionó que la obra se ejecutara de manera lenta. Fue hasta el 11 de noviembre de 1927, cuando el presidente general Plutarco Elías Calles, detonó desde el castillo de Chapultepec una potente carga de dinamita, la que voló un tapón montañoso, cercano a Ep’30, para dejar expedito el tránsito vehicular; en ese evento lo acompañó el gobernador del estado, general Héctor F. López.

Con el correr de los años la carretera fue petrolizada, haciéndole recortes para que fuera más segura. En 1983 el presidente Carlos Salinas de Gortari inauguró la Autopista del Sol, así como el puente Solidaridad sobre el río Mezcala. Actualmente la vieja carretera que es de paso libre comunica a numerosos pueblos, en tanto la otra de peaje solo los grandes centros de población.