* ¿Qué le pasa a Rogelio Ortega Martínez?

* Se confirma: está extraviado y fuera de sí

* Hasta el Ombudsman le llama “imprudente”

 

JORGE VALDEZ REYCEN

 

¿Qué le pasa a Rogelio Ortega?

Ni al más bisoño, inexperto e insensato de la política se le podría ocurrir declarar la sarta de barbaridades de no aplicar lo que la ley lo mandata y que protestó bajo juramento cumplir y hacer cumplir.

El gobernador está perdido en su laberinto. Se le mira ofuscado y con grandes bolsas en las profundas ojeras, signo inequívoco de que los días finales de su interinato lo agobian y padece insomnios. Quizá sea ello el motivo de sus disparatadas declaraciones, a contrario sensu de lo que dictan las leyes y reformas constitucionales aprobadas por el Poder Legislativo federal. Nadie le ayuda, ni tiene asesores confiables que le aconsejen o por lo menos le ayuden a matizar sus desarticuladas declaraciones.

Ortega Martínez va en caída libre, como un fardo de arena. En su penoso descenso sin freno, se lleva a todo Guerrero.

¿Era oportuno decir que no aplicará descuentos a maestros de la CETEG porque no incurrieron en actos vandálicos y todo fue un saldo blanco? ¿Qué o quiénes le empujaron a proteger a ultranza, aún en contra de lo que dicta la sensatez y prudencia por su alta investidura a favor de quienes incendiaron las sedes de los partidos políticos, la Contraloría de la SEG, el Palacio de Gobierno y permanecen impunes a pesar de los delitos cometidos?

No se puede entender a Rogelio Ortega. Ayer el rector Javier Saldaña Almazán lo mandó un interesante mensaje: “Amor y paz”. También el ombudsman guerrerense, Ramón Navarrete Magdaleno, calificó de “imprudente” al gobernador sustituto y su caprichosa intención de que le aprueben al vapor y en fast-track un mamotreto llamado “Ley de Amnistía”… ajá… y que pretende beneficiar, ¿a quién cree usted?, ¡pues a los mismos que han sumido a la entidad en este desmadre sin parangón!.

Ortega quiere entregarles un salvoconducto a la impunidad por sus actos delictivos. Ese fue el punto del choque frontal del góber con el fiscal “autónomo” Miguel Ángel Godínez Muñoz, porque éste no se plegó a los caprichos de quien se ufana de haber desaparecido la Casa Guerrero. Y las represalias fueron cerrarle la llave del dinero y asfixiar presupuestalmente a la Fiscalía General del Estado.

No hay rubro que no tenga conflicto generado por desaciertos y equívocos del gobernador que resultó más desastroso que un huracán de categoría 5. ¿Pruebas?: Los 15 días de paro por el bono sexenal para los burócratas. La engañifa de crear municipios sin sustento legal. Una ley de amnistía mocha, tergiversada y proclive a la impunidad, sin castigo conforme a derecho. El retraso del Mando Único policial. La postergación del nuevo Sistema de Justicia Penal… Todo, al caño.

Esa es una dolorosa y ofensiva realidad que no admite ni la entereza ni humildad para aceptarlo, mucho menos corregirlo. Se empecina Ortega en su arrogancia desmedida y nos lanza al abismo de lo que el experimentado Félix J. López Romero advierte con certera visión periodística: vamos a un estallido social.

Si realmente quiere ayudar, que se autoimponga un código de silencio por el resto de la semana y media que le falta para irse a su casa. Que no meta zancadillas ni vaya a caer en la tentación de meter más ruido a la asunción de Héctor Astudillo Flores como gobernador constitucional, el próximo 27 de octubre. Ya de por sí se mal interpretan muchas de las cosas raras, muy raras, que hace Ortega con oculto trasfondo y visible trastorno. Ojalá… Nos leemos SIN MEDIAS TINTAS.

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